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La pareja que lleva medio siglo paseando bajo la lluvia en Constitución

La escultura más icónica de Manuel López se colocó en 1973 en el entonces paseo de Marina Moreno. Es un autorretrato desafiante con la moral de la época.

La escultura, fotografiada ayer en el paseo de la Constitución.
La escultura, fotografiada ayer en el paseo de la Constitución.
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Tan celebrada fue la pieza, que Manuel López asumió de buen grado el ser conocido desde entonces como "el escultor de la pareja del paraguas". No había facturado excesiva obra con anterioridad, pero su ‘Pareja paseando bajo un paraguas’ -que así se llama la obra- se reprodujo incluso en postales y se convirtió casi en un emblema de la nueva Zaragoza. Los más curiosos habrán comprobado que en la base de bronce de la escultura aparece la firma y la fecha (M. López, 1973), por lo que este 2023 los enamorados llevan ni más ni menos que medio siglo caminando juntos por Constitución.

Manuel López García, que hace una década pudo exponer gran parte de su obra en una muestra antológica el Torreón Fortea, siempre ha explicado que la estatua es un autorretrato suyo y de Piedad, que años más tarde se convertiría en su mujer. "Sí, soy el hombre del paraguas, pero -en realidad- la pieza retrata también una época, de pantalones de campana y pelo largo, en la que se empezó a hablar de libertad", decía en una entrevista el escultor vallisoletano, que hoy cuenta con 85 años.

La escultura, poco después de su estreno a mitad de la década de 1970.
La escultura, poco después de su estreno, en una postal de mitad de la década de 1970.
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La pieza la creó López a instancias del ingeniero de montes Rafael Barnola, que entonces era director de Parques y Jardines y muy aficionado a las fuentes ornamentales. El río Huerva se había cubierto años atrás y a comienzos de los 70 se emprendía la urbanización de las grandes losas de hormigón bajo las que transcurre el río. El bulevar ideado tenía que ornamentarse con árboles y fuentes para hacer del mismo un agradable paseo peatonal y el encargo de ‘los amantes del paraguas’ fue todo un acierto.

Cuatro de las seis pequeñas fuentes de agua de boca que acompañaba el conjunto.
Cuatro de las seis pequeñas fuentes de agua de boca que acompañaba el conjunto.
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La aparición en prensa de los nuevos monumentos-fuente referidos arriba.
La aparición en prensa de los nuevos monumentos-fuente referidos arriba.
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La pareja era la parte fundamental de un conjunto, que venía acompañado por otras seis pequeñas fuentes escultóricas de niños ideadas para beber: uno portaba una manguera, otro una jarra, el tercero un botijo… Todas se accionaban al pisar un botón en el suelo, pero poco a poco se fueron corroyendo, se retiraron. Se les ha perdido la pista en los almacenes municipales, aunque sí quedan los bocetos primigenios y algunas fotos de la época. Por cierto, aunque la pareja se fundió en 1973, la escenografía que vemos en la actualidad, integrada en una fuente, no se inauguró hasta dos años más tarde. Este surtidor de agua que cae sobre el paraguas, un añadido un tanto efectista, también resultó dañino para las figuras, que hubieron de ser remodeladas y recompuestas en bronce en 1997, con la ayuda de Fundición Villaguz de Villanueva de Gállego.

La ficha de Patrimonio del Ayuntamiento, firmada por Jesús Pedro Lorente, cuenta que en la escultura se plantea "en recuerdo de los largos paseos de noviazgo" e incide en que "pocos arrumacos eran consentidos por entonces en dichos paseos, salvo cuando habían de apretarse bajo un paraguas", que es un "elemento imprescindible" en la composición.

Una nota del HERALDO de 1974 con referencias a las próximas obras del autor.
Una nota del HERALDO de 1974 con referencias a las próximas obras del autor.
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Dicen los expertos que la inspiración de hacer caer agua del paraguas bien pudo venirle a Barnola de otra escultura del parque de la Ciudadela de Barcelona, aunque las figuras de López son mucho más flamígeras y estilizadas, cercanas incluso a los toques expresionistas de Pablo Gargallo o Giacometti.

Aunque es la más conocida, no es esta -ni de largo- la única obra de Manuel López en tierras aragonesas. De hecho, su ‘ferroplexia’ -así denomina a su forma de usar el hierro, la cizalla y el soplete- puede verse en el club de golf La Peñaza o en Sabiñánigo, donde tiene unos montañeros que emergen de la piedra. 

La alegoría del agua y el viento en la calle Oriz García de Miralbueno.
La alegoría del agua y el viento en la calle Oriz García de Miralbueno.
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Sin salir de Zaragoza, suyo es el monumento a Galán Bergua, los patos en vuelo del parque del Tío Jorge, las niñas saltando de Violante de Hungría... En el patio del colegio Liceo Europa se conserva un bronce y en Miralbueno tiene también obra más actual con una alegoría en cuatro figuras que representan el agua y el cierzo de la capital aragonesa.

Pero, ¿cómo y por qué un autor vallisoletano es tan aplaudido en Aragón? Cuenta el propio López que es fruto de la casualidad, pero que a orillas del Ebro siempre se sintió como en su casa. "Tuve un maestro en la escuela que era aragonés y siempre hablaba de los Sitios, el Tío Jorge, la condesa de Bureta, Palafox...". "A finales de los 60 recalé en Zaragoza en un 600 que se recalentaba y había que parar para echarle agua cada 40 kilómetros", contaba en una entrevista a HERALDO. "Aparcamos, entonces se podía, en la plaza de España. Allí preguntamos por alguna galería de arte y nos mandaron a la de Mariano Naharro...". Todo lo demás es la historia de una serie de obras que inmortalizan en hierro un mundo cotidiano pasado por el tamiz del arte.

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