Tercer Milenio
En colaboración con ITA
aragón
Enrique Navarro: "Tenemos que mimar el Ebro para creer en nuestro futuro"
El científico, doctor en Biología y Vicerrector del Instituto Pirenaico de Ecología, valora la situación del caudal del mayor río de la península Ibérica.
Con todo lo que le queremos, cuesta mirar las cuatro gotas que lleva el Ebro en estos tiempos tan carenciales. Nos ayuda a verlo con los fríos ojos de la ciencia Enrique Navarro, doctor en Biología, científico titular en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y vicedirector del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE).
¿Cómo está el Ebro?
Como puede ver usted, ahora mismo, con poca agua.
Se ruega un análisis, doctor.
Hay una parte, que es la que pertenece a todo río mediterráneo: estamos entrando en el estiaje. A esto hay que añadirle los efectos del cambio climático y el uso que hacemos como sociedad de sus aguas.
Hay fotos recientes verdaderamente preocupantes.
Independientemente de las imágenes, yo estudio cómo funcionan los ecosistemas acuáticos y terrestres, y evalúo el impacto de las actividades humanas sobre esos ecosistemas. Si quiere, se lo explico mejor con datos.
Con datos, con datos.
En estos momentos, por el Ebro pasan 44 metros cúbicos/segundo, con una altura de 80 centímetros. La última riada, la de diciembre de 2021, pasó por Zaragoza con 2.048 metros cúbicos/segundo y con 5,47 metros de altura en su pico: 50 veces más de caudal y siete veces más de altura.
No me atrevo a evaluar, pero estos datos pintan…
El Ebro es muy variable. Cambia en el tiempo y en el espacio. Y tenemos que adaptarnos a esos cambios para que nuestra convivencia con el río sea sostenible. Para hablar de un río, tenemos que referirnos al agua disponible en la cuenca a lo largo del año, que es el resultado de las precipitaciones (agua y nieve) y las aguas subterráneas, que también se nutren de las precipitaciones.
Pero un río es mucho más que el agua que vemos…
Por supuesto, no es solo el agua. El Ebro, igual que el Guadiana, también discurre en parte por el subsuelo y por las orillas.
La zona hiporreica.
Eso es. Hay un río que no vemos y que circula entre los sedimentos y gravas del fondo del río, y también por debajo de las orillas.
Entonces, las fotos de hace unas semanas, ¿convendría contextualizarlas?
Son el resultado de unos episodios de sequía prolongada y de una gestión a nivel de cuenca que realiza la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). Por cierto, esta gestión de la CHE es exportable a Europa, pues allí, en algunos casos, se administran los ríos por tramos.
¿Qué persigue la CHE?
La CHE busca proteger los usos esenciales del agua del río: caudales ecológicos capaces de mantener la estructura y función del ecosistema fluvial , y la provisión del agua de boca y regadíos de emergencia.
¿Cuál es el orden de preferencia en el consumo?
Lo primero es el agua de boca para personas y animales, luego vienen los caudales ecológicos, y después los regadíos.
¿Qué necesidades tiene ahora mismo la cuenca del Ebro?
Actualmente, 8.832 hectómetros cúbicos anuales.
Mucha agua, ¿no?
Lo explico con piscinas olímpicas.
Magnífico indicador.
En una piscina olímpica caben 2.500 metros cúbicos de agua. Un hectómetro cúbico son más de 400 piscinas olímpicas. O sea, si lo multiplicamos por 8.832, la cuenca del Ebro necesita unos tres millones y medio de piscinas olímpicas al año. De ellas, la agricultura necesita el 92 por ciento, el 5 por ciento es para demanda urbana, y el 2,5 por ciento para necesidades industriales.
Está muy claro que, incluso despojándole del sentido metafórico, sentimental, que es mucho despojar, el Ebro es la vida de los aragoneses.
Sí. Tenemos que mimar el Ebro para creer en nuestro futuro.
