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"Los zaragozanos son muy solidarios: nos están facilitando todo lo que hemos dejado en Ucrania"

Tras tres días de viaje, el empresario aragonés Arturo Rambla y su familia ya están en Zaragoza intentando reorganizar su día a día, aunque no saben por cuánto tiempo.

Arturo Rambla, fotografiado ayer en la zona de Residencial Paraíso.
Arturo Rambla, fotografiado ayer en la zona de Residencial Paraíso.
Francisco Jiménez

Concluye una odisea, pero se abre otra. La familia de Arturo Rambla llegó la noche del jueves por fin a Zaragoza tras tras tres días de viaje en coche, después abandonar una Ucrania de ambiente prebélico. Ahora todo son dudas e incertidumbres, pero también agradecimientos. “La verdad es que Zaragoza es muy solidaria. Es algo que digo bien alto y con mayúsculas. Desde que se conoció nuestra situación, desde muy diversos ámbitos, todo el mundo está haciendo esfuerzos por echarnos una mano y colaborar en todo lo que necesitamos”, explica el empresario aragonés, que vive en Ucrania desde 1996.

“La noche del jueves, cuando llegamos y aparcamos, iba a abrir el maletero y de pronto un señor sentado en un banco me dijo: ‘Ya habéis llegado. Sois vosotros, ¿verdad? Ya estáis en casa pues’”, cuenta Rambla, tras descansar en su hogar zaragozano, después de un larguísimo viaje para cubrir más de 3.500 kilómetros. “En el coche, con mi mujer y los dos pequeños (de 2 y 10 años) íbamos haciendo repaso de las cosas que habíamos cogido y también de algunas que hemos dejamos en Kiev, no sabemos si muy necesarias o no, porque tampoco podemos prever exactamente cuándo vamos a poder volver”, explicaba el zaragozano. 

Por ejemplo, a la familia se le olvidó el ordenador portátil con el que Nikita, el mayor, tiene que recibir las clases ‘online’, “y una empresa tecnológica no ha tardado en ponerse en contacto con nosotros para ofrecernos uno”. También el chaval es un gran aficionado al fútbol y practica este deporte en las categorías inferiores del Lokomotiv de Kiev. “Una de sus obsesiones ahora es seguir jugando y no perder la forma, y también ha habido un club que nos ha ofrecido que el chico pueda entrenar con ellos. No queremos que se le haga ficha federativa (porque ya tiene en Kiev) y no aspiramos a que juegue partidos, pero al menos sí que tenga la cabeza entretenida y se divierta con otros chavales de su edad”, cuenta Rambla, contento por esta gestión, porque Nikita ya podrá ir a entrenar el lunes.

Un club de fútbol se ha ofrecido para que el hijo mayor, de 10 años, pueda entrenar con ellos

“Por citar solo otro ejemplo más, ha habido incluso un restaurante que nos ha llamado para invitarnos a cenar porque nos quieren conocer, así que en cuanto nos centremos un poco iremos a tomar un bocadillo allí, claro que sí”, dice el padre.

El regreso, aunque pesado, está siendo reconfortante, pero siempre con la espada de Damocles sobre la familia de la incertidumbre de no saber cuánto tiempo tardarán en volver a su verdadero hogar en Ucrania. “Yo tengo que empezar a pensar a buscar trabajo por aquí. No sabemos para cuánto tiempo nos llegará el dinero que hemos traído y necesitamos generar ingresos aquí”, dice Rambla, que posee un negocio de importación y exportación de madera.

Rambla, con su mujer y uno de sus hijos.
Rambla, con su mujer y su hijo Nikita.
Heraldo.es

Otra de las máximas preocupaciones de Rambla y su mujer son los estudios de sus dos vástagos, sobre todo, del mayor, dado que el pequeño apenas tiene dos años y medio. “Hemos mantenido alguna conversación con el Colegio Montearagón y nos hemos citado el lunes para ver si Nikita puede estar allí presencialmente aunque sea para atender las clases ‘online’ de su colegio ucraniano. Creemos que es importante incorporarse a la temática española y no perder la costumbre de estar en clase, hacer los ejercicios que le pidan y mantener los hábitos de concentración. El ir al colegio todos los días es lo que te proporciona una disciplina más que necesaria”, opina.

Rambla sigue convencido de que, aunque la tensión en la frontera ucraniana parece ir aumentando en los últimos días, la situación acabará por reconducirse. Su regreso lo ha propiciado la recomendación de las autoridades españolas y la convicción de que "si hay un mínimo riesgo, por pequeño que sea, no merece la pena jugársela".

Tras más de veinte años viviendo en Kiev, él y su familia han asistido a episodios semejantes y a momentos de alerta máxima con la vecina Rusia, aunque casi siempre se ha impuesto la tensa diplomacia. De hecho, ya en el precedente de 2013, cuando se produjeron manifestaciones y disturbios con motivo del Maidán que derrocó al presidente Víktor Yanukóvich, el aragonés tuvo que hacer las maletas y recaló un temporada en Zaragoza con su mujer y el primero de sus hijos casi recién nacido. Meses después, en la zona conocida como el Donbás, en 2014 estalló una guerra entre el Ejército ucraniano y separatistas prorrusos apoyados por Moscú, y a consecuencia de aquella guerra tropas rusas invadieron Crimea, donde aún permanecen. 

La actual situación, no obstante, se antoja diferente tanto por la implicación de la comunidad internacional como por la seguridad de que “si Putin entra en Ucrania, nadie le va a hacer pasillo. Los ucranianos están dispuestos a pelear y les plantarán cara. No va a suceder como en Georgia hace unos años, aquí una guerra podría costar miles de vidas”. De momento, por lo visto y lo vivido sobre el terreno hasta el lunes pasado, Rambla cree que los medios internacionales están magnificando una situación que, en las calles, es de bastante normalidad. Aunque es cierto que se ha desalojado -o se ha dado permiso para abandonar el país- al personal no esencial de las embajadas, “la mayor parte del cuerpo diplomático de los países continúa en Kiev a la espera de acontecimientos”.

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