El año 2020 se despidió con la muerte de Samuel Little, el asesino en serie más despiadado y sanguinario de la historia de Estados Unidos. Igual es un guiño que cierra este nefasto anuario. Pero lo cierto es que poco o nada cambia en el paso de un año a otro salvo nuestras expectativas.

Las últimas horas de 2020 nos reservaban otra sorpresa: la candidatura de Salvador Illa por el PSC en las elecciones catalanas. El máximo responsable de la sanidad española, quien ha gestionado, con sus luces y sombras, las líneas maestras de la lucha frente a la pandemia deja el barco cuando todavía no tenemos claro si lo que se ve es puerto o la fata morgana. Y se va a otra cosa. Eso sí, con las medallas de una vacuna que solo se ha mostrado en el escaparate y aprovechando el relumbrón para tratar de rentabilizarlo frente a un independentismo en horas bajas.

Luego Pedro Sánchez esgrimirá aquello del "interés general" frente al "interés político".

Y cuando estábamos en estas lides, sonaron las campanadas en las plazas vacías de toda España. En televisión, a un lado, Cristina Pedroche en el enésimo giro sobre sí misma y su vestido. En el otro, una mujer que recordaba a Ana Obregón pero que ya no es aquella chispeante Antoñita la fantástica. Fue la encarnación de la tragedia y la resistencia en un año terrible.

Menos mal que 2021 amaneció en Aragón con un guiño a la esperanza. El primer aragonés del año es un turolense. Nicolás, un chico grande, sano y lleno de vida.