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desastres naturales

El terremoto que se sintió el martes en Aragón es “normal” dentro del panorama de sismicidad de la zona

El seísmo de 4,5 grados con epicentro en Navarra se dejó notar en varias zonas de las provincias de Zaragoza y Huesca.

Simulacro de la UME en Jaca
Simulacro de terremoto y otras catástrofes desarrollado por la UME en Jaca en abril de 2019.
Laura Zamboraín

A pesar de la alarma provocada por el seísmo de 4,5 grados registrado este martes en Navarra, los expertos aseguran que el terremoto estaría catalogado como “normal” dentro del panorama de sismicidad de la zona. 

El movimiento sísmico, cuyo epicentro se sitúa a cinco kilómetros de profundidad cerca de Lizoáin, en el valle navarro de Egüés, ocurría pasadas las doce de la noche en la misma zona donde se vienen registrando varios temblores de baja magnitud desde hace semanas, según notificaban desde el Instituto Geográfico Nacional.

De hecho, desde el pasado miércoles se han registrado en la zona del norte de Navarra un centenar de movimientos sísmicos, aunque la mayor parte de ellos no han sido percibidos por la población. Sin embargo, este último movimiento sísmico que hizo temblar con fuerza Pamplona, se dejaba sentir en varias localidades aragonesas, entre Zaragoza y Huesca -como Jaca o Ejea de los Caballeros- ocasionando un gran revuelo a través de las redes sociales.

“Cabe destacar que no se suelen percibir movimientos de magnitud inferior a 2,5 o 3 grados, aunque depende mucho de la sensibilidad de cada uno”, advierte José Badal Nicolás, catedrático de Física de la Tierra y profesor emérito de la Universidad de Zaragoza que reconoce que, cuando son percibidos por la población, este tipo de fenómenos generan “una gran alarma social”. “Es completamente normal”, asevera.

“No hay evidencia de la existencia de fallas activas que pudieran generan un terremoto de gran magnitud” (José Badal)

Sin embargo, como explica el experto, a nivel científico no existe motivo para alarmarse. “Este fenómeno se ha producido por un desplazamiento de falla. Se ha quebrado la corteza terrestre, aunque de manera muy superficial y esto es algo que ocurre con frecuencia pero casi nunca lo sentimos”, añade. Es decir, que este seísmo ha ocurrido en el marco de un escenario de normalidad, pese a la inquietud que ha provocado.

Además, Badal recuerda que, en la zona aragonesa, “no hay evidencia de la existencia de fallas activas que pudieran generan un terremoto de gran magnitud”. “Es cierto que ha sido más fuerte que los que teníamos registrados, pero no presenta una singularidad especial y su intensidad es baja. Entra dentro de lo normal”, destaca el catedrático.

Además, el experto asegura que se trata de un área que presenta una peligrosidad sísmica catalogado como baja. "De hecho, no va más allá de 0,08g, o sea de una aceleración de 0,8 m/s2, para un periodo de retorno de 475 años", indica.

En cuanto a otros datos registrados en este lugar, Badal recuerda que en algo más de medio siglo se han registrado varios movimientos sísmicos en la zona: “Sabemos de la existencia de tres terremotos de magnitud entre 2 y 3, cuatro de entre 3 y 4 y solo uno superior a cinco”. Sin embargo, a pesar de que pueda parecer que es una magnitud alta, afirma que el nivel de daños de este tipo de seísmos nunca es superior al grado de intensidad VI.

Es importante diferenciar entre intensidad y magnitud de un seísmo

En este sentido, es importante diferenciar entre intensidad de un terremoto y magnitud, ya que como explica Antonio Casas, geólogo y profesor de Geodinámica de la Universidad de Zaragoza, son dos formas distintas de medir los efectos de un movimiento sísmico. “La intensidad mide el efecto de éste sobre las construcciones y las personas, mientras que la magnitud es una medida de la energía liberada”, admite. Un dato muy relevante a la hora de tratar de entender estos fenómenos pues “cada grado de magnitud implica 30 veces más energía respecto al anterior”, señala.

“La intensidad mide el efecto del terremoto sobre las construcciones y las personas, mientras que la magnitud es una medida de la energía liberada” (Antonio Casas)

Además, como explica Casas, este tipo de movimientos sísmicos que se encuentran asociados a grandes discontinuidades de la corteza terrestre, surgen de la acumulación de energía entre fallas. “Normalmente la velocidad media de este movimiento es similar a la del crecimiento de las uñas, pero no es gradual, se produce de golpe. Pueden estar varios años sin moverse y, de repente, se produce el movimiento”, especifica.

El otro 'terremoto de Martes’, en 1923

Y, ¿por qué esas vibraciones son capaces de llegar hasta otro punto del mapa? Como indica el experto, estas vibraciones con capaces de transmitirse a lo largo de la corteza terrestre por lo que podrían llegar a sentirse en la otra punta del planeta. “En Aragón contamos con la falla norpirenáica donde se concentra la mayor parte de sismicidad del Pirineo”, explica.

De hecho, ésta fue la causante del terremoto del 10 de julio de 1923 al que se bautizó como ‘el terremoto de Martes’ -por su cercanía a la localidad oscense en la que tuvo lugar- y cuyos temblores duraron varios días-. “En este caso se producen menos terremotos, pero su magnitud es más importante”, añade. No obstante, se trata de fenómenos de difícil predicción, una realidad que pone en evidencia la importancia de estudiar este tipo de fenómenos.

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