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La ruinosa cuarentena de las trabajadoras del sexo

El confinamiento pone en jaque a mujeres con pocos ingresos y cuyo labor exige contacto físico. La asociación Somos LGBT+ Aragón abre una cuenta de donaciones para ayudar a quienes sufren más vulnerabilidad.

Imagen de archivo de una mujer buscando clientes en un calle de Zaragoza.
Heraldo

Si antes la sociedad se esforzaba en no verlas, ahora la pandemia las ha hecho completamente invisibles. Las trabajadoras del sexo (la mayoría odia el término ‘prostitutas’) se han convertido en uno de los colectivos más vulnerables debido al encierro al que obliga el estado de alarma. Su situación es trágica, pues a los habituales estigmas de no ser aceptadas socialmente y ejercer una labor no regulada por ley, se suma el hecho de que su actividad requiere un contacto físico completamente vetado estos días y que, en muchos casos, el sexo es su única fuente de ingresos.

“Está todo parado desde el día 21 que echamos la persiana”, cuenta el empleado de un club de alterne cercano a Pinseque, donde "han mandado a todo el personal a casa”. Dice ser consciente de que la Policía vigila las instalaciones para comprobar que no hay actividad alguna, pues estos días se han difundido noticias sobre detenciones en prostíbulos que seguían operando a puerta cerrada. También se han hecho virales bulos sobre clientes en cuarentena por tal causa (el más conocido, uno que surgió ya en febrero sobre 86 confinados en un club de Valencia), pero lo cierto es que el sector del sexo ha sufrido un parón en seco.

Las casas de citas están cerradas, los servicios de escorts se han cancelado y lo mismo sucede con los masajes eróticos. Incluso en las páginas de contactos advierten y dan recomendaciones sobre el coronavirus: una de las principales, AdultGuía, pide a todos sus usuarios que se queden en casa e informa de que los anuncios de pago se volverán a activar cuando pase el estado de alerta.

Al margen de negocios organizados, la peor parte se la llevan las trabajadoras del sexo que de forma particular solían hacer la calle o ejercer en pisos. “Nos hemos quedado sin nada”, cuenta por teléfono una de ellas, comprensiva con el veto a un trabajo que requiere de besos, abrazos y “piel con piel”. “Lo primero es la salud, claro está, pero también tendremos que comer…”, dice, dando esencial importancia a “la solidaridad entre compañeras”. “No somos competencia. En realidad nos cuidamos unas a otras y, por fortuna, alguna tenemos dinero ahorrado”, explica.

La mujer, que opta por no identificarse, dice que en estos días de calles vacías tampoco tendrían clientes, pues su teléfono móvil lleva una semana prácticamente mudo. “Nadie se la va a jugar. Nadie va a decir que baja a comprar el pan y se va a ir a un piso a aliviarse. Todos tenemos cierto miedo, nosotras y ellos”, asegura, al tiempo que cree que “el toque de queda se está respetando”.

Lo que en otras ciudades -parece que no mucho en Zaragoza- se ha incrementado es el servicio de ‘sexchating’, esto es, una videoconferencia sexual. Esta práctica no implica riesgos para la salud, pero tampoco genera apenas ingresos. “Habría que cobrar por adelantado, por internet, porque no te puedes fiar de la buena voluntad del que te esté llamando”, cuentan. En los foros de internet se pueden encontrar varios números que ofrecen este servicio, pero es imposible cribar si lo hacen desde Aragón (donde se calcula que hay en torno a un millar de mujeres trabajando en el sexo) o desde cualquier otro punto de España. Este sexo virtual vendría a ser su teletrabajo, pero muchas ni se lo plantean, conscientes de que en la web existen muchos contenidos pornográficos gratuitos.

Juan Diego Ramos, presidente de la asociación Somos Aragón Lgtb+ 
Guillermo Mestre

Una caja de resistencia para las mujeres trans

La asociación Somos Lgtb+ Aragón ha iniciado esta semana colecta para ayudar a las mujeres trans trabajadoras del sexo que, ante la actual situación de confinamiento, están en una situación de lo más complicada. “Se les suma el estigma de ser trans, dedicarse al sexo y que la mayoría son migrantes sin tan siquiera tarjeta de residencia”, explica Juan Diego Ramos, presidente de la entidad. “Si el desempleo del colectivo trans en España ya ronda el 85%, imagínate las consecuencias que tiene y tendrá esta crisis para ellas”, comenta. Muchas trabajadoras del sexo trans proceden de Venezuela y Colombia y, hasta que regularizan su situación y se resuelve su petición de asilo, “no tienen más remedio” que cobrar por sexo. 

“Zaragoza es una ciudad -se dice- de plaza. Esto es, vienen mujeres que están de paso, un par de semanas, después se van a trabajar a otros sitios. El problema es que ahora no se pueden mover de Zaragoza y tampoco tienen trabajo”, explican desde una asociación, que ha tratado de facilitarles -a través de una compañera- el alquiler de habitaciones. La concejal de Igualdad del Ayuntamiento, Marifé Antoñanzas, se ha interesado por esta situación de vulnerabilidad y por la campaña emprendida con la que Somos Lgtb+ está comprando productos básicos que lleva a las citadas casas. “Las trabajadoras del sexo heterosexual tienen más aceptación social que las trans, cuya labor siempre es clandestina porque los clientes tienen sentimiento de culpa o relacionan este mundo con el alcohol y las drogas”, dice Ramos. Para procurar que salgan de esta situación de vulnerabilidad, su asociación trabaja en proyectos de ‘empoderamiento’ y el pasado 6 de marzo se celebraron en su sede la calle de San Pablo unas jornadas de formación a nivel estatal en las que participaron más de 30 personas. Entre otros temas se abordaron el perfil del usuario de sexo, la prevención del VIH y la inserción sociolaboral de las mujeres trans.

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