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La dura -y reconfortante- labor de la agricultura sin intermediarios

A domicilio, en puntos de venta o en mercados, varios hortelanos venden sus productos fuera de las superficies habituales.

Los productores despachan buena parte de sus hortalizas mediante cestas que venden por distintas vías..
Los productores despachan buena parte de sus hortalizas y frutas mediante cestas que venden por distintas vías..
Sabores Próximos

El campo español está en pie de guerra. Los productores piden unos precios justos, que a ellos, que siembran y extraen el alimento de la tierra, les salga a cuenta su labor y que el precio no se dispare en el camino de la explotación agraria al lineal de la gran superficie. En el trayecto de las hortalizas y frutas se añaden los costes derivados del transporte, el empaquetado, y la distribución a cada punto de venta. Se trata de una coyuntura compleja, con puntos de vista enfrentados y en la que tanto el Ejecutivo central como los autonómicos se resisten a intervenir de manera decidida.

Sin hacer mucho ruido, de un tiempo a esta parte han ido surgiendo varias iniciativas con el objetivo de explotar una segunda vía, la de acortar la cadena entre agricultor y consumidor. Varios hortelanos con pequeñas extensiones -rara vez superan las 3 hectáreas- han ido consolidando una clientela a la que semanalmente venden productos frescos, de temporada y a la que ofrecen valores como la cercanía y la etiqueta de alimento orgánico, sano.

Daniel, de la empresa Sabores Próximos, es uno de ellos. Desde el Lugarico de Cerdán gestiona con un socio un pequeño huerto que nutre las cestas de sus clientes. “Tenemos cestas cerradas de 3, 5, 7 ó 10 kilos. En ellas entra una selección de las verduras y hortalizas que tenemos en ese momento. Intentamos ofrecer diversidad gracias a los más de 24 cultivos que tenemos en nuestra huerta. Además, también ofrecemos el modelo de cestas personalizadas en las que uno puede elegir qué quiere y qué no”. Los precios de las cajas cerradas oscilan entre los 10 euros por la pequeña y los 23 euros por la grande de 10 kilos, mientras que las personalizadas las tarifas van de 12 a 25 euros.

Sus acelgas, alcachofas, tomates, pimientos o patatas, entre otras hortalizas, se venden en el mercado agroecológico que todos los sábados se despliega en la plaza del Pilar, pero sobre todo en otros dos canales de venta: “Llevamos las cajas que nos encargan a puntos verdes, negocios con los que llegamos a acuerdos y distribuyen nuestro producto, y también repartimos las cajas a domicilio, aunque ese servicio tiene un recargo”. El trabajo en el campo, asegura, “es gratificante porque haces algo que te gusta, aunque también es duro pasas la mitad de la semana cubriendo otras labores: recepcionar pedidos, prepararlos, ordenarlos, distribuirlos… Al final, a lo que es la tierra se le dedican unos dos o tres días a la semana”, reconoce.

En el mismo sentido se manifiesta Rafael Gutiérrez, de la empresa Melada, una pequeña explotación de una hectárea y media entre Movera y Santa Isabel: “Es un trabajo duro, te tiene ocupado toda la semana. El día que no están trabajando en el campo, lo dedicas a hacer las listas, el siguiente recoges de la huerta y empaquetas y al otro haces la entrega. Los sábados vendemos directamente en la plaza del Pilar, lo que a mí me supone más del 50% de mis ingresos, y el domingo ya estás de nuevo en marcha”.

Rafael aprovechó la antigua granja de vacuno de leche en la que trabajaban sus padres para poner en marcha su negocio. Recientemente amplió el terreno comprando dos pequeñas parcelas y abriendo un obrador en el que elabora conservas y hace talleres para colegios. Este zaragozano lamenta las dificultades que se les presentan en el mercado: “Es complicado ajustar los precios y competir en ese sentido con las grandes empresas, que también han entrado en el mercado ecológico y pueden permitirse tirar los precios. La gente tiene que ser consciente del valor de la cercanía y que nuestro producto es de temporada, es decir, que no vamos a poder suministrar los mismos alimentos todo el año”.

Los dos hortelanos coinciden en que en los últimos años la población ha ganado en sensibilidad hacia el tipo de agricultura que ofertan, “aunque va despacio, hay que pensar que se empezó hace poco y que la gente pasa por la puerta del supermercado y ve la borraja más barata, al final mucha gente prioriza el precio”, indica Rafael. Otro aspecto en el que están de acuerdo es que la venta directa no sería extrapolable a una gran explotación, tal y como proponen algunas voces, ya que los volúmenes de producción de éstas son “inabarcables”.

Regulado por ley

La venta directa de productos agroalimentarios en Aragón está regulada por ley. Se permite, además de con las frutas y hortalizas, con las trufas y las setas cultivadas, los productos transformados de elaboración propia, los brotes y las semillas autóctonas destinadas a la producción de brotes, así como los caracoles vivos. Los huertos y los productos pasan controles periódicos y reciben visitas anuales de los inspectores de Sanidad del Gobierno autonómico. Además, deben estar certificados bajo el criterio del Comité Aragonés de Agricultura Ecológica.

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