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Puente de Montañana: un viaje al pasado que no choca con la mirada al futuro

El pueblo medieval de Montañana y el turismo que han atraído el impresionante entorno del congosto de Montrebei son los grandes imanes del visitante en este punto de la Ribagorza.

Una de las impactantes calles del pueblo medieval de Montañana.
Una de las impactantes calles del pueblo medieval de Montañana.
Laura Uranga

Un viaje en el tiempo. Literal, sin asomo de impostura. El pueblo medieval de Montañana transporta al visitante un milenio atrás. El pamplonés Javier Torres –nueve años en la oficina local de Turismo, situada a algo más de un kilómetro del centro urbano de Puente de Montañana– es el guía en el viaje. "Lo que veis es lo que hay. Las casas están arregladas, pero los exteriores se respetan para no caer en errores históricos. Es fácil imaginar como vivía aquí la gente hace cien años y también hace mil, en la época de auténtico esplendor de Montañana. El 27 y 28 de octubre habrá una ayuda a esa memoria, porque tendremos una recreación centrada en el siglo XI; el concepto no es el de feria medieval, sino el de reflejo realista de lo que hacía el herrero, el panadero, el carpintero, las señoras cardando y tintando lana, aceite, vino, pan y un mulo en cada casa.… son gente que aman la recreación, vienen de Madrid, Pamplona, Zaragoza, San Sebastián... este año tuvimos otra para San Jorge, se recreó el siglo XIII".

Montañana es una sucesión de pasadizos y rincones con encanto, coronados por la iglesia de Nuestra Señora de Baldós y sus frescos, además de los restos de la Torre de la Mora. Hay casas habitadas, ojo. "Este pueblo –puntualiza Javier– lleva más de mil años habitado ininterrumpidamente. En 1971 se cerraron los escuelas y solo quedó una familia, pero en 1974 ya volvieron otros".

En Montañana hay unas cuestas de aúpa; eso sí, vale la pena subirlas para ver, por ejemplo, la Casa Roseta musealizada y un hospital recreado del siglo XIII, único en España. No es un lugar de medicina, sino de hospitalidad. "Lo recreamos –afirma Javier– en base a pinturas, manifiestos… aquí también tenemos la ermita hospitalaria de San Juan, donde los que iban a ser nombrados caballeros velaban armas una noche. Los peregrinos que llegaban de Viella giraban aquí hacia el CR-1 y Graus, y tenían cinco derechos fundamentales allá donde recibían la hospitalidad del lugareño: comida, cama, crucifijo, vino y baúl".

La belleza de este entorno ha atraído a visitantes ilustres. Uno de los más curiosos es probablemente el piloto de motos de velocidad Randy Mamola, célebre por su fogosidad en los circuitos durante los ochenta y los noventa. "Vino por aquí a visitarnos –comenta Javier, que se confiesa motero– con su esposa y dos de sus hijos".

En Montañana hay unas cuantas casas habitadas, pero quizá la más singular es la de Julita Laorden y Gerardo Peris. La pareja es andariega por naturaleza (Gerardo es octogenario) y sale cada día a dar largos paseos. "No es por deporte –puntualiza Javier– porque siempre vuelven con setas, espárragos, moras, higos, nueces... son paseos productivos". Gerardo no revela los lugares donde consiguen sus tesoros naturales, pero habla maravillas de su pueblo; los ojillos alegres revelan la autenticidad de su entusiasmo. "Pasamos largas temporadas aquí, cuando llega el frío fuerte vamos para Zaragoza, pero volvemos a cada rato. Yo nací aquí, en casa se alojaban el maestro y el cura, y mi madre estaba acostumbrada a cocinar para muchos. Mi padre fue primero a Barcelona a buscar el traspaso de una pensión, pero no tuvo suerte y volviendo para aquí paró en Binéfar, compró el HERALDO, allí vio el anuncio de un traspaso de pensión en Zaragoza y para allá que se fue, pero nunca perdimos el contacto con el pueblo. Yo trabajé para la Mercedes en una fábrica y taller, hacíamos las piezas de las bombas de contacto de gasoil; luego fui agente comercial".

Julita no le va a la zaga en el entusiasmo, aunque ella es claramente la parte más serena de la pareja. "Lo mejor de vivir muchos meses al año aquí es la paz, no importan las cuestas, el entorno nos encanta, aunque en el invierno no nos aventuramos. Este año nos hemos quedado un poco más por el buen tiempo y también porque van a arreglar el tejado y queremos estar".

Hosteleros de toda la vida

Cristina Cambray lleva el Hostal y Restaurante Condes de Ribagorza junto a la carretera en la entrada sur de Puente de Montañana; está muy cerca del brazo pontonero que cruza el Noguera Ribagorzana y conecta las dos mitades del municipio, administrativamente aragonés –y afectivamente, aunque haya lógicos lazos de cordialidad con los vecinos–, pero con terreno catalán en parte del casco urbano. Cristina y su familia sentaron sus reales empresariales en el lado aragonés. "El año pasado cumplimos 25 años en la actual localización, pero mis familia ya llevaba negocio dos casas más abajo desde los años 50. Mi abuelo Antonio tenía herrería y era cartero; mi abuela Antonia puso el bar Avenida, que luego llevó mi madre Gloria, que a los ochenta años sigue ayudando en los fogones. Mis padres compraron esta casa y subieron aquí el negocio: yo me incorporé en el año 2001, después de un tiempo estudiando en Barbastro y Huesca y viviendo fuera en Sant Cugat. En el Avenida se hacían los bailes en los días señalados cuando yo era niña, y en horas tempranas era punto de encuentro para el café y las cartas. Muchas familias siguen haciendo sus celebraciones aquí".

Las pasarelas de Montfalcó (pertenecientes el vecino municipio de Viacamp y Litera) abrieron hace un lustro. "Antes –aclara Cristina– ya estaba el camino del desfiladero, el congosto de Montrebei, que frecuentaban los senderistas. Ahora se ha ampliado todo, viene turismo familiar, muchos deportistas por los kayaks… nos llenamos gracias a Montrebei, eso pasa durante todo el año, aunque menos en agosto porque aquí el calor pega fuerte. El otoño es muy bueno, también marcha de febrero en adelante; la gente del esquí nos visita menos, pero también va mucha gente a conocer el poblado medieval de Montañana. Las visitas guiadas se trabajan muy bien: la gente ve algo único de una manera distinta".

‘Cosetas d’adentro’, visión de cine en el municipio

Es un mediometraje de 45 minutos, lo dirigió Loli Gracia, se estrenó en 2011 y parte de su rodaje tuvo lugar en el pueblo de Montañana, que recreaba una aldea abandonada. ‘Cosetas d’adentro’ adaptó al cine un relato de la propia Gracia, creadora de La Puebla de Fantova. Varias poblaciones de la baja Ribagorza se volcaron con el proyecto; mucha gente de la zona –no participaron intérpretes foráneos– colaboró en la parcela actoral, y también aportaron enseres y ropajes de época para el filme. También hubo rodaje en Graus, La Puebla de Fantova y Torres del Obispo. La cinta se estrenó en Graus y los cines Aragonia de Zaragoza.

Los imprescindibles

La Masieta y el congosto

A unos ocho kilómetros del pueblo de Puente de Montañana, este punto da acceso al congosto de Montrebei (allí puede recabarse los fines de semana información para la ruta) y cuenta con aparcamiento privado.

Los kayaks

Puente de Montañana cuenta con dos empresas de canoas para recorrer las lenguas fluviales del congosto. Kayaking Montrebei (kmr.es) pertenece al actual alcalde, Javier Bergua; la otra es Intrepid Kayaks (intrepidkayaks.com).

Los Llarc

Los hermanos José y Pedro Llarc tienen ovejas y cultivos en el municipio, y su madre Rosa lleva la carnicería Tonyet del Llarc. Otra rama de la familia, muy arraigada en el pueblo, tiene en el pueblo el restaurante Casa Llarc.

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