Aragón

Arén y el secreto de los dinosaurios

El municipio está rentabilizando el legado histórico que atesora y una localización estratégica en la zona para potenciar su atractivo turístico y tratar de fijar algo más de población joven.

Reproducción de un dinosaurio en las afueras de Arén, alusiva a los yacimientos cretácicos hallados en el municipio.
Ángel Gayúbar

Arén, o Areny de la Noguera en catalán vernáculo, conserva el aire de lo que siempre fue: un pueblo grande y cultivado, núcleo de servicios para un extenso territorio a ambos lados del Noguera Ribagorzana que, administrativamente, marca la división entre Huesca y Lérida, entre Aragón y Cataluña.

Ese aspecto de pueblo industrioso y con posibles se refuerza con una estructura urbana en la que abundan los edificios de mérito arquitectónico de las más diversas épocas, testigos de antiguos esplendores que hoy parecen ya un tanto lejanos ante el tremendo decaimiento económico y poblacional vivido en el último medio siglo.

Aún así, Arén conserva la dignidad de los lugares con impronta. Su casco urbano está considerado como Conjunto Histórico-Artístico, plagado de evocadoras calles cuidadosamente restauradas hace escasos años, y edificios de relevancia cultural –entre los que destaca el conocido como Casa del Gobernador, habilitado como Centro de Interpretación de la Ribagorza– que reúnen arte, historia, cultura y naturaleza de la comarca.

En sus alrededores, formando parte del municipio, hay varias iglesias y ermitas románicas en diferente estado de conservación: sin agotar la relación, se pueden citar las de Berganuy, Betesa, Claravalls, Cornudella, Obis, Soliva, San Martín del Sas o Santa Eulalia. Es necesario también hablar del conjunto megalítico del entorno de Cornudella de Baliera, con tres dólmenes y un menhir situados en una pequeña área en el interior de un majestuoso robledal, uno de los más bonitos del Alto Aragón.

Todo ello denota que aquí ha habido movimiento humano desde tiempos inmemoriales, pero el nuevo discurrir de la vida económica y social parece empeñado en arrumbar las expectativas de futuro de sus gentes tal y como pasa en otros muchos sitios, cargados de pasado pero ayunos de presente y de porvenir.

Con franqueza

"Aquí la vida es muy monótona, como en todos los pueblos", sentencia Antonio Ferraz, alguacil municipal y persona imprescindible en el funcionamiento de este municipio "ahora pequeño en habitantes, de terreno montañoso y con una superficie de 119 kilómetros cuadrados". Según Antonio, las rutinas marcan la vida diaria de todos sus habitantes con ritmos inmutables, "sobre todo en la dura época del invierno, en que nos quedamos cuatro gatos", que para los hombres suelen concluir con el encuentro en el bar al ponerse el sol "a hacer la partida"; los fines de semana participan en la partida de caza del jabalí "que tiene tanto de cinegética como de pura supervivencia porque su crecimiento descontrolado nos causa tremendas pérdidas en la explotaciones agrícolas".

Antonio apunta que en la actualidad el censo del municipio está en unas 350 personas, "pero –subraya– residentes permanentes seremos unos 200 escasos, la mayoría gente mayor porque los jóvenes no se quedan… los mayores sí, mientras pueden, porque si no pueden se van a la residencia de Benabarre". Casi hay tantos residentes como núcleos habitados y deshabitados tiene este municipio, con ‘caserío’ disperso por un extenso territorio en el que se apiñan las localidades de Arén, Berganuy, Campamento, Claravalls, Puifel, Sobrecastell, Soliva, Casa Consistorial, L´Hostalet, Iscles, Puimolar, Rivera de la Vall, San Martín, El Sas, Soperún, Suerri, Treserra, Viaplana, Betesa, Los Molinos, Obis y Santa Eulalia.

Servicios y reclamos

En el bar restaurante Casa Domén, Antonio conversa con su propietario, Juan Antonio. "Suerte que tenemos tiendas y servicios como la farmacia, peluquería, restaurantes y consulta médica y veterinaria todos los días", comentan ambos, confirmando que este sector de servicios es "importantísimo" para mantener la población. La economía agrícola y ganadera tradicional del municipio va dando paso a un protagonismo cada vez mayor del sector turístico, con cuatro restaurantes –tres en la carretera y otro en el casco urbano– y varios bares con calado en la zona, punto de parada de numerosos esquiadores y viajeros que van o vuelven a las pistas del Valle de Bohí y del valle de Arán.

Como en otros puntos del mundo rural, en Arén hay más hombres que mujeres; eso explica también la permanente diáspora de los jóvenes de la zona. "Cuando salen a estudiar –confirma Antonio– es difícil que regresen, más allá de viajes puntuales para recordar a los padres". Se desliza un dato en la conversación que da que pensar. "Muchos de los que ahora tenemos entre 50 y 60 años apostamos por quedarnos aquí y buscar un futuro en el pueblo. Buena parte habíamos estudiado lo que entonces era el bachiller o el BUP internos en colegios de Barbastro o Lérida; ahora, que estudian en casa hasta que marchan a la Universidad, cuando salen ya no regresan", apunta Juan Antonio.

Tampoco suelen volver aquellos que pensaban regresar al pueblo para pasar sus últimos años en una serena jubilación y que arreglaron sus casas natales pensando en ello. "Al final, la mayor parte se han tenido que volver a la ciudad a cuidar a sus hijos y a sus nietos, o a estar cerca del médico que los atiende", sentencia Antonio recalcando que así "es muy difícil" mantener unos pueblos que tienen unos servicios sobredimensionados que soportan en buena parte los residentes permanentes.

"Todo está diseñado para que al final nos marchemos por aburrimiento", tercia Juan Antonio quien, a pesar de todo, aplaude iniciativas de diversificación económica como la apuesta por la truficultura "que debería estar acompañada por una industria complementaria y autóctona de transformación del producto" o la "enorme" importancia que tiene para el territorio el atractivo turístico de las pasarelas del congosto de Montrebei y del vecino núcleo medieval de Montañana. Por eso apunta que "gustará más o menos, pero quienes apostaron por ambos proyectos acertaron de pleno, porque se están convirtiendo en motores de desarrollo".

Un rico y singular yacimiento paleontológico

Hace unos años, el municipio saltaba a la actualidad informativa científica; se habían descubierto en sus inmediaciones una serie de yacimientos paleontológicos de enorme importancia. Y es que hace 65 millones de años su paisaje era muy distinto del que ven ahora nuestros ojos. En las postrimerías del Cretácico Superior, poco antes de que una concatenación de fenómenos y el choque de un gran meteorito contra la corteza terrestre acabara con buena parte de las especies animales y vegetales existentes en el planeta, los actuales roquedales calizos que se elevan tras el casco urbano de esta población eran una extensa llanura aluvial ribereña del mar, hendida por el delta de un caudaloso río junto al que vivan manadas de dinosaurios herbívoros.

Temperaturas cálidas y un alto nivel de pluviosidad conformaban entonces un ecosistema ubérrimo, con árboles florales y matojos semejantes a las hayas, los robles, las vides o los nogales que crecían junto a plantas cicadáceas, coníferas y helechos. También había en las aguas marinas de este paisaje una alta concentración de algas, entre las que las familias de dinosaurios de la zona ramonearían para procurarse su alimento. Junto con los dinosaurios compartían este nicho ecológico un gran número de otras especies animales, conformando un ecosistema rico y dinámico sensiblemente diferente del actual.

Era de esperar

Los geólogos sabían que las inmediaciones de Arén reunían las características apropiadas para poder descubrir fósiles de dinosaurios, por lo que el descubrimiento de los restos que han ido apareciendo estos años no ha supuesto una especial sorpresa en el mundo científico. Lo que sí sorprendió en su día a los científicos es la gran cantidad de restos encontrados de un sólo ejemplar y el hecho, todavía más interesante, de que el animal viviera en los últimos momentos del período Cretácico. Estas dos circunstancias unidas están conllevando un avance en los estudios sobre la extinción masiva de especies que ocurrió al final de esta era geológica.

Uno de los yacimientos ha desvelado gran parte del esqueleto de un gran herbívoro que, por los restos encontrados, podría pertenecer al grupo de los hadrosaurios, medir unos ocho metros de longitud y tener una alzada de unos 5 ó 6 metros. Con él han aparecido restos óseos de otros dos dinosaurios herbívoros más pequeños y fósiles dentales de al menos un carnívoro, además de placas del caparazón de uno o varios quelónidos (familia de las tortugas) y otros fósiles igualmente interesantes.

La verdadera importancia de este yacimiento viene, sin duda, motivada por el hecho de que la zona donde se han encontrado los restos del dinosaurio está muy cerca de los límites que delimitan el paso desde el Cretácico hacia el Eoceno, hace unos 65 millones de años. Los dinosaurios de Arén debieron morir unos miles de años –pocos– antes de que se extinguiera la especie, una gota de agua en el océano temporal; hasta la fecha nunca se habían encontrado en Europa dinosaurios tan ‘jóvenes’, de una época tan cercana a la extinción masiva, por lo que su estudio está desvelando nuevos datos sobre esa época tan crucial en la historia de la humanidad.

LOS IMPRESCINDIBLES

Hostal-bar Casa Domén

El decano de los establecimientos hoteleros de Arén; como el resto de los existentes en el municipio, un excelente lugar para degustar productos locales y la cocina de temporada; destacan las setas y trufas en su momento de sazón.

Las icnitas

Muy próximo al casco urbano de Arén, este yacimiento nos permite contemplar el rastro –en forma de huellas– que unos dinosaurios dejaron aquí hace 65 millones de años, en los limos cenagosos de la era cretácica.

Museo de los Dinosaurios

Abierto en verano de martes a domingo y concertando visita el resto del año, alberga fósiles locales y una completa serie de dioramas, objetos, reconstrucciones y audiovisuales. Hay dos rutas para visitar los yacimientos ‘in situ’.

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