Aragón

El calendario aragonés más dulce

Hay fechas en las que el postre se convierte en el protagonista de la mesa.

Un dulce distinto para cada festividad.
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¿Son golosos los aragoneses? ¿Cúantos dulces típicos comen a lo largo del año? En las últimas décadas, asociaciones y reposteros en Aragón han agudizado su ingenio para reinventar y ampliar la lista de postres con los que endulzar cualquier celebración, convirtiéndola en una de las más largas de España. La buena acogida de dulces de reciente creación, como el pan de San Lorenzo o el 5 de hojaldre para la Cincomarzada, evidencia el carácter laminero de los aragoneses. 

A pesar de ir en el último lugar, en ocasiones, son los auténticos protagonistas de la mesa. El roscón de Reyes, el lanzón de San Jorge, las reliquias de Santa Águeda o el manto del Pilar son imprescindibles para la celebración de algunas de las fechas más esperadas del calendario aragonés.

Ya sea relleno de nata -para los más clásicos-, o de trufa o crema -para los más innovadores-, nadie podría imaginar un 6 de enero que concluye sin un trozo de roscón de Reyes con el que despedir los excesos navideños.

El 22 de enero, el patrón menos conocido de Huesca, San Vicente, llega a la capital oscense en forma de pasta brisa con merengue y gusto a limón o de corona hojaldrada rellena de nata y crema tostada.

Antes de finalizar el primer mes del año, el roscón regresa a la mesa de los zaragozanos para conmemorar a su patrón: San Valero. Misma receta e idéntica degustación. Enero se erige como uno de los meses más dulces del anuario en la Comunidad Autónoma.

En 1982, la asociación provincial de empresarios de Confitería y Pastelería de Zaragoza impulsó la creación de un nuevo pastel con el que homenajear a las mujeres el 5 de febrero. Hoy en día, las populares reliquias de Santa Águeda se han convertido en un postre habitual en esta fecha.

En marzo, Zaragoza conmemora la valentía y resistencia de sus habitantes en el ataque carlista de 1838 con un delicioso 5 de hojaldre relleno de yema tostada y nata, el símbolo más dulce de la cincomarzada.

Crujientes, delicadas y de elaboración compleja, así son las virutas de San José con las que el 19 de marzo los hogares aragoneses celebran el día del Padre.

En Semana Santa se impone la tradición. Las torrijas, los buñuelos de viento y la leche frita son, además de exponentes de la repostería española, los protagonistas de estas fechas.

El 23 de abril, Aragón homenajea a su patrón, San Jorge, deleitándose con un postre digno de derrotar dragones: el lanzón. Un bizcocho esponjoso de almendra y mantequilla, que alberga crema pastelera y jijona en su interior, es el responsable del éxito de esta deliciosa creación.

Los pasteleros de la ciudad de Huesca decidieron homenajear a su patrón, cuya fiesta se celebra el 10 de agosto, con un dulce especial. El resultado fue el cada vez más reconocido pan de San Lorenzo.

En octubre, la capital aragonesa honra a su patrona, la Virgen del Pilar, con la celebración de las fiestas en su honor a lo largo y ancho de toda la ciudad. El día 12, tras la ofrenda de flores y el ternasco, el manto de la Virgen, elaborado con crema pastelera de vainilla y nata, es el colofón perfecto para un día lleno de devoción.

Su aparición, para la celebración del día de Todos los Santos y coincidiendo con la recolección de la almendra, se remonta al siglo XVII. El 1 de noviembre, el mazapán se rellena de yema para convertirse en los deseados Huesos de santo.

Para todos los días

Los suspiros de Amante, deliciosas tartaletas de masa quebrada con crema de queso en su interior típicas de Teruel, son perfectos para endulzar cualquier momento del año. Las castañas de mazapán, la trenza de Almudévar, el pastel Jaqués, los crepillos de borraja de Barbastro o la trenza Mudéjar son solo otros ejemplos de la larga lista de dulces que componen la tradición gastronómica aragonesa.