Aria y la paciencia
El futbolista japonés tiene todas las papeletas para retomar la titularidad. Una nueva ocasión para reivindicarse y repuntar en su periodo de adaptación al fútbol europeo.
Del riesgo de un fichaje como Aria ya se ha descrito todo. Estaba sometido a las fuerzas lógicas de un cambio radical de cultura de vida y futbolística que exigía cierta cautela y un buen puñado de paciencia. La operación venía morbosamente enriquecida, además, por otro asunto: Aria traía el sello personal de Ranko Popovic. Le había entrenador en dos clubes en Japón. Fue, como se dice, un fichaje de autor. Esto ha convertido, en apenas unas semanas, a Aria en un blanco fácil para las pistolas de gatillo veloz e irreflexivo. El balazo no solo cruza las costillas del japonés, sino que también le alcanza el entrecejo al entrenador. Dos pájaros de un tiro.
Hasta el momento, en sus partidos contra Mirandés, Almería y Leganés, Aria ha dejado tras de sí una estela de dudas. Es un futbolista con cosas muy buenas, pero también con otras muy malas. Y tienen que ser estos últimos aspectos los que deben bascularse hacia los otros. Aria es un futbolista para tener la pelota, para equipos con superior volumen de posesión: piensa rápido, pasa con inteligencia, toca con sentido y limpieza... casi siempre salen soluciones de sus pies. Pero el fútbol lo devora. Sin balón, es carne de cañón. Sufre en lo físico y lo táctico, el ritmo del juego que está descubriendo lo arranca de los partidos, y en su posición cabría demandar más determinación, en forma de goles, asistencias o producción de peligro, tener, en definitiva, más peso en la generación del juego del Real Zaragoza. Todos estos defectos, en todo caso, deberían permanecer en la razonable cuarentena que debería merecer un tipo de fichaje así. El problema viene por el lado temporal: el Zaragoza debe funcionar cuanto antes. O eso se le exige.
Hoy, Aria regresaría al once titular de Ranko Popovic, en un principio. Hace una semana, se cayó de él por culpa de unas anginas. Su relevo en el puesto, Pedro, no le mejoró. Al contrario. Manifestó que es un jugador con ciertas contradicciones para la mediapunta, con exceso de conducciones, riesgos prescindibles y tendencia al desorden. Pedro hace daño con su diagonal, apareciendo, más que estando. A la plantilla tampoco se le encuentran otras alternativas al japonés conservando el actual sistema táctico. Ortuño equivaldría a jugar de otro modo. Y Diamanka es otra cosa. Tampoco queda mucha más en este plantel de mediocentros y extremos de toda la vida. Al que le faltan registros, matices.
Contra Osasuna, Aria volvería a ocupar la mediapunta. Cuando fichó en julio, vino etiquetado como mediocentro o volante interior en centros del campo de tres hombres. Así solía jugar en Japón. Pero Popovic rápidamente le asignó plaza más adelante. Si la mediapunta le saca las costuras tácticas y físicas, el mediocentro aún lo haría más en Europa. El entrenador terminó de decidirlo en cuanto Martín González contrató a Erik Morán al tiempo que él elogiaba al canterano Tarsi también mediocentro en Boltaña.
Es llamativo que el partido en el que el Zaragoza más balones perdió y más imprecisiones contaminaron su juego, frente al Córdoba, coincidió con la ausencia de Aria, un futbolista certero en el pase... cuando se le presenta la ocasión de darlo. En ganar esa presencia en el juego se encuentra su caballo de batalla. Aria, contra el afanoso Osasuna, tendría hoy una prueba de primer orden. Otra más para reivindicarse, repuntar en su adaptación a Europa y al Zaragoza y ganarle tiempo a la paciencia.