Una legión de superhéroes y princesas alfombran de confeti la plaza del Pilar
La ligera lluvia no impidió que zancudos, trapecistas y músicos de swing recorrieran ayer una abarrotadísima calle Alfonso
Los técnicos municipales calculan que unas 40.000 personas presenciaron el desfile capitaneado por el Conde del Salchichón
Miles de chavales acompañados de sus padres asistieron ayer a un colorido y multitudinario desfile de carnaval, que acabó con la plaza del Pilar alfombrada de confetis y serpentinas. La mañana, poco antes del pregón, se complicó por momentos cuando arreció algo de lluvia y hubo que desplegar paraguas, pero todos los actos previstos pudieron celebrarse de principio a fin entre batallas de magia, exhibiciones de malabaristas y mucho jaleo musical.
Minutos después de las doce de la mañana los personajes de la tradicional comparsa zaragozana dieron el pistoletazo de salida al desfile. Mención especial merecen los contoneos del Rey de Gallos, que movía sus hombros y escápulas adelante y atrás como si hubiera estudiado danza con la mismísima Ingrid Magrinya. La descarada ave provocaba a la chiquillería y se aupaba también a los hombros de una siempre enfadada y quejica doña Cuaresma. También jugó el deslenguado rey con el enmascarado Tragachicos, y llegó incluso a meterse en su bocaza para ver si el gigantón de cartón piedra le deglutía creyendo que eran muslitos de pollo.
Todos estos juegos asombraron a los cientos de niños apostados en la calle Alfonso y sus adyacentes, en donde aguardan las comparsas y carrozas de hasta nueve compañías de animación infantil que, al alcanzar cada nueva esquina, se iban sumando a la cabalgata. "Lo mejor es la bici con muchas ruedas", decía Claudia, de 6 años y convertida en una suerte de draculina, sin percatarse de que el conductor de tal invento echaba fuego por la boca. "No, lo que nos gusta son los que caminan sobre pelotas", le corregía su hermano, un ninja de 8 años, sin soltar unos nunchacos.
Otros que también se emplearon a fondo tocando acordeones y trompetas fueron los componentes de Oua Umplute, que le dieron un toque zíngaro al paso de la Mojiganga y las mascarutas, perfectamente secundadas por los gigantes enmascarados de la tradicional comparsa de cabezudos. "Me gustan más en carnaval que en el Pilar porque ahora no encorren", aseveraba Laura, de 7 años, que rivalizaba con sus primas en ser la Elsa Frozen más lograda.
Los gigantes de Zaragoza no se han perdido ni una sola de las últimas fiestas de carnaval infantil, si bien el resto de compañías de animación sí han ido variando año tras año. Divertidos desfilaron unos dragones confeccionados a base de retales, que por lo que se pudo ver tenían querencia por asomarse para ver quién se escondía tras los paraguas e, incluso, metían sus cabezotas hechas de remiendos dentro de los carritos de bebé.
Trapecistas y zancudos pasaron más de un apuro desfilando por las losas resbaladizas de la plaza del Pilar, pero demostraron su destreza para sortear los charcos y no caerse de punta cabeza a pesar de su enormísima altura.
Otro momento crítico se vivió ayer en el pasacalles cuando el Tragachicos con antifaz para la ocasión tuvo que salvar las escaleras de la plaza del Pilar descendiendo por la rampa que da a la calle Alfonso. "Habrán tenido que hacerle la máscara con un mantel porque tiene la cara muy grande", opinaba Laura, peinándose su peluca azul, y apuntando a experta en corte y confección. Una vez superado el móvil envite del Tragachicos, ya no había nada de lo que preocuparse en la plaza: incluso la lluvia parece que dio una tregua cuando las distintas compañías fueron ocupando diferentes posiciones para mostrar sus espectáculos a las cerca de 40.000 personas que según las estimaciones iniciales de los técnicos municipales pudieron presenciar ayer el desfile sumando la calle Alfonso y la plaza del Pilar.
En este momento la chavalería ya no sabía a cuál de los reclamos de la plaza atender. Un sol tamaño XXL servía de marco para una conseguida comparsa egipcia, que fascinó a los más pequeños con su faraón casi momificado y las danzas de media docena de anubis. Unos extraños alquimistas llegados de Francia también dejaban ojipláticos a los más pequeños con sus cachivaches móviles coronados por numerosas tuberías de las que salían fogonazos y burbujas. La sempiterna noria de madera cerca de la Delegación del Gobierno sí, la rescatada del mercado medieval hacía las veces de atracción de feria para los muchachos no contentos de disfrutar del largo centenar de actores que animaban la plaza.
El Conde del Salchichón adquirió pasado el mediodía la forma de un inmenso globo y los chavales comenzaron a intuir que aquello tocaba a su fin. Cerca de las dos, el gigantesco globo surcó los cielos en busca de nuevas juergas, dijeron pero prometió regresar a orillas del Ebro dentro de doce meses.