Muñoz Molina: "Algunas cosas no cambian en España, pero por fin la corrupción produce escándalo social"
El escritor andaluz presentó ayer en Zaragoza su última novela, Como la sombra que se va, en la que reflexiona sobre su pasado al tiempo que traza la biografía del asesino de Martin Luther King
¿Cómo llegó Muñoz Molina a interesarse por James Earl Ray? "No andaba buscando nada en particular aseguraba ayer el escritor, momentos antes de la presentación. Estaba leyendo un libro sobre la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y me topé con el personaje. Me sorprendió ver que, en su huida, había estado unos días en Lisboa, intentando escaparse a Angola. En ese momento no me puse a escribir la novela; fue una semilla que germinó durante años".
Muñoz Molina reconstruye en la novela el crimen, la huida del asesino y su captura, pero aprovecha su estancia en la capital portuguesa para entretejer la narración con sus reflexiones acerca de sus propias vivencias en la ciudad, cuando llegó allí para terminar la novela que le consagraría, Un invierno en Lisboa.
"Mis novelas no nacen de una preocupación existencial aseguraba, sino que brotan de un hecho a veces poco llamativo. Suelo encontrarme muchas cosas mientras las voy escribiendo. He rastreado en los archivos desclasificados del FBI, las actas del Congreso de los Estados Unidos y los archivos de la policía estatal de Tennessee... miles de páginas llenas de información interesante en la que he intentado intuir aquello que me venía bien para la novela".
El relato va alternando la descripción de las andanzas de James Earl Ray con los vistazos al interior del escritor cuando fue a Lisboa en busca de apagar una sed que le devoraba, la literatura. Contra lo que pudiera pensarse, no ofrece una visión benevolente de sí mismo. "Fue un momento fundamental en mi biografía, una encrucijada. Yo creía tener mi vida muy hecha e ignoraba que esa novela iba a cambiarme. Pero no lo pude escribir entonces:hay experiencias que se pueden contar de inmediato y otras que requieren tiempo. Tengo la sensación de haberme enfrentado a ese momento de mi vida con total honestidad. Los escritores tienden a halagarse a sí mismos, pero yo no he querido cargar a otros la responsabilidad de mis actos. Uno no puede ni debe mentirse a sí mismo".
Para Muñoz Molina, Ray "era un prototipo de un grupo social muy nutrido en los Estados Unidos de su época, el de los blancos pobres que, en lugar de dirigir su odio hacia los poderosos, enfocaban su resentimiento hacia los que eran incluso más pobres que ellos, los negros. Era un preso del fanatismo, una persona con una vida marcada por la crueldad punitiva del sistema judicial norteamericano. Basta decir que estaba condenado a 20 años de cárcel por robar solo 100 dólares. Su víctima, en cambio, era una persona muy enraizada socialmente".
¿Escribiría hoy lo mismo? ¿No han cambiado muchas cosas en el país en apenas año y medio? Para él, no tantas. "Hay cosas que son distintas y otras que no. Hay un cambio sustancial, y es que por fin la corrupción provoca escándalo social. Nos hemos vuelto más sensibles ante los comportamientos poco éticos y, además, ahora hay jueces que actúan. Pero hay otras cosas muy importantes que no han cambiado. Por ejemplo, seguimos sin debatir los problemas fundamentales del país, como la educación, el modelo productivo o la función pública".
No tiene Muñoz Molina aún un nuevo proyecto literario en ciernes. Piensa, de momento, dejar su cerebro en barbecho.
"Está bien no hacer nada durante un tiempo señala. Hay que dejar la cabeza limpia antes de emprender un nuevo proyecto. Hay gente, como el cineasta Woody Allen o el escritor Philip Roth, que apenas han acabado una película o una novela ya están empezando la siguiente. Yo no puedo trabajar así. Tienen que ser las novelas las que me arrastren y no yo quien arrastre las novelas. En un libro de ficción, lo importante no es tanto tener una buena historia, sino un buen arranque, que te permita que quepan muchas cosas y así irlo enriqueciendo".