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  • Editorial

Regeneración de la política española

Imagen panorámica del Congreso de los Diputados
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Una de las pocas consecuencias útiles para el país que dejan los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez en la Moncloa es la consolidación de la idea de que urge abordar de una vez la regeneración de la política española. 

Al margen de la reiterada e inconcreta "guerra a la desinformación y la judicialización de la política", una batalla inquietante porque puede poner en duda dos de los pilares fundamentales de un Estado de derecho, tanto la coalición de gobierno como las fuerzas de la oposición tienen el reto común de mejorar la calidad democrática de España.

La democracia hispana viene sufriendo desde hace una década un periodo de inestabilidad política e institucional, acumulando elecciones y gobiernos en minoría. Por la acción polarizadora de los nuevos partidos extremistas (de izquierda y derecha) y por la dejación de los viejos partidos de Estado se ha deteriorado el escenario político nacional, bien azuzado por las formaciones independentistas y nacionalistas. Siempre es, pues, buen momento para poner en marcha un proceso de regeneración y para corregir errores del pasado. También éste, después de la maniobra táctica implementada por Pedro Sánchez desde el pasado miércoles.

España es hoy un régimen democrático pleno y una economía robusta inserta en la poderosa Unión Europea, pero necesita una regeneración ética de los comportamientos públicos. Es más urgente enderezar la acción de los partidos que la de los órganos de justicia y la prensa, que ya tienen sistemas de control. Para acometer esta tarea son imprescindibles amplios consensos. En consecuencia, a este empeño deben dedicarse el presidente del Gobierno y también el líder de la oposición, en vez de seguir tensando nuestra vida colectiva. El compromiso de regenerar la política es de todos.

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