De turista en Zaragoza: ¿qué iglesia tiene un diablo que es el retrato de un rector universitario?

Se encuentra en uno de los templos con mayor historia y patrimonio artístico de la ciudad, y buena parte de esta riqueza se desconoce. Allí se casaron los padres de Goya, entre otras curiosidades. 

Escultura de la portada de la iglesia de San Miguel de los Navarros, en Zaragoza.
Escultura en la que el rostro del demonio que está a punto de recibir un espadazo es un retrato de Jerónimo Borao, rector de la Universidad de Zaragoza entre 1855 y1856, 1868 y 1872 y 1874 y 1879. 
Francisco Jiménez

Una broma. Un rayo que cayó en 1860 en la portada de la iglesia zaragozana de San Miguel de los Navarros causó daños a la escultura de Gregorio de Mesa ubicada en la hornacina sobre la puerta. La escultura ya tenía 160 años de antigüedad y no se podía recurrir a su autor para repararla, así que se eligió a otro escultor, Félix Oroz, para repararla. Al reponer la cabeza del demonio caído, Oroz tuvo la humorada de retratar a uno de sus amigos, con quien había compartido pupitre en los Escolapios, Jerónimo Borao. Y Borao era uno de los prohombres de la Zaragoza del siglo XIX, había sido rector y repetiría en el cargo otros dos periodos más. Aquel 'retrato' divirtió y escandalizó por igual a la capital aragonesa en la segunda mitad del siglo XIX.

Esta es una de las muchas curiosidades y anécdotas de la iglesia de San Miguel de los Navarros, ubicada en la plaza del mismo nombre, uno de los templos zaragozanos con mayor historia y patrimonio artístico.  Y buena parte de esta riqueza se desconoce. 

La iglesia que vemos hoy en día es del siglo XIV, con una importante ampliación y reforma barroca en el XVII. Pero, ¿por qué ese apellido 'de los Navarros'? "La mejor respuesta a esta pregunta está dentro de la propia iglesia -señala Enrique Canfranc, feligrés de la parroquia y buen conocedor de su historia-. En la capilla de Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja hay, a la derecha, un lienzo de Luzán que representa la toma de Zaragoza por Alfonso el Batallador. Aunque está lleno de anacronismos, presenta la reconquista de la ciudad a los árabes, en la que hubo participación de tropas del obispado de Pamplona, que lucharon junto al Batallador. Y fue precisamente en esa zona de la ciudad donde se produjo la oportunidad de asaltarla".

Se dice que hubo un templo románico levantado en recuerdo de la protección prestada por el arcángel San Miguel a las tropas navarras pero no se han encontrado vestigios de ese edificio. "El problema es que no se han realizado excavaciones arqueológicas -resume Canfranc-. Si algún día se hacen, nos aportarán muchos datos. La iglesia se ubicaba extramuros de la antigua ciudad romana y en la vecindad estaba la judería vieja y, con el correr del tiempo, también la judería nueva, de entre las calles de San Miguel y el Coso. Eso explica que una de las partes más interesantes del templo, el trasagrario, fuera costeado en su día por la familia Climent, de judeoconversos".

Óculo del retablo de Damián Forment en la iglesia de San Miguel de Zaragoza
Óculo del retablo de Damián Forment en la iglesia de San Miguel de Zaragoza
José Miguel Marco | Altar mayor de la iglesia de San

Es ese trasagrario uno de los tesoros ocultos de la iglesia. Oculto porque no es habitualmente accesible al público (en los últimos años se suele dejar acceso para la festividad de San Miguel, el 29 de septiembre). Se trata de un habitáculo de pequeñas dimensiones que tiene en su interior seis lienzos de Juan Felices de Cáceres con episodios del Antiguo Testamento. Pero quizá esas pinturas no son lo más destacado de ese espacio, sino su espíritu y decoración mudéjares. "Se ubica entre el retablo de Damián Forment y el muro de fondo del ábside -relata Enrique Canfranc-, y es un espacio muy bello que se remonta a 1604-1607. Falta una parte, un artilugio que permitía accionar el expositor del Altísimo hacia el altar, algo que se ha conservado, por ejemplo, en la iglesia del Seminario de San Carlos. Antes de la restauración de 1994, ese espacio estaba dividido en dos niveles, comunicados mediante unas escalerillas. El nivel superior, donde había un pequeño altar, daba al óculo del retablo, a través del cual se podía ver el eje longitudinal de la iglesia, y por donde entra un rayo de sol al amanecer y al anochecer".

Ese óculo, resulta sorprendente hoy, no es original, sino que se añadió en el siglo XIX, no sin polémica, para equiparar el retablo a los de la Seo, el Pilar y San Pablo, que lo tienen. Pero, para hacerle hueco al óculo, hubo que reacomodar la escena de la 'Adoración de los veinticuatro ancianos' que estaba allí. 

Detall del retablo del altar mayor de la iglesia de San Miguel de los Navarros en Zaragoza, realizado por Damián Forment.
Detalle del retablo del altar mayor de la iglesia de San Miguel de los Navarros en Zaragoza, realizado por Damián Forment.
José Miguel Marco 

El retablo de Forment, obra maestra del Renacimiento, es uno de los grandes tesoros artísticos del templo. Otro es el bello ábside con motivos heráldicos relacionados con la iglesia parroquial de Santa María. Y la torre mudéjar, de planta cuadrada. El visitante encontrará abundante literatura de todo ello en cualquier guía o publicación, porque es información conocida. Como conocida es también, aunque resulta inevitable referirse a ella, la leyenda de la Campana de los Perdidos.

Dos cadáveres y el toque de campanas de faro

La iglesia se ubica pegada al Huerva y tradicionalmente sus parroquianos han sido agricultores que cultivaban huertas anejas al río. Las nieblas invernales (cuando las había) y la frondosa vegetación del entorno hacían que algunas personas se perdieran en el camino de regreso a la ciudad amurallada y tuvieran que pasar la noche al raso. Un día de principios del siglo XVI, al parecer, se encontraron los cadáveres de dos mujeres que habían perdido la vida por el frío tras no encontrar el modo de regresar a la ciudad, así que se decidió colocar una lámpara en un lugar visible para guiar el regreso a casa de quienes abandonaban el recinto amurallado en pleno invierno. Como la lámpara  no fue suficiente, se pidió que las campanas de la parroquia sonaran cada media hora del crepúsculo a la medianoche. "El puente que conocemos hoy no existía y el regreso con niebla espesa no era seguro -sostiene Enrique Canfranc-, así que se instauró el toque de campanas para guiar a los que regresaban. Y así se hizo durante siglos. En tiempos recientes se ha recuperado la tradición, y se dan 33 campanadas a las 22.00". 

Torre de la iglesia de San Miguel de los Navarros.
Torre de la iglesia de San Miguel de los Navarros.
José Miguel Marco 

Siendo una parroquia muy populosa, San Miguel tiene mucha vida y un calendario propio. El día mayor es el 29 de septiembre. Es un buen día para acercarse por allí: al terminar la misa principal se reparten entre los feligreses las famosas 'alas de San Miguel', un dulce típico que elaboran distintas pastelerías del barrio. "Hace unos años se recuperó también la celebración de la festividad de Santa Quiteria -añade Enrique Canfranc-, que contaba con cofradía y tiene retablo mayor. Es el 22 de mayo y también se entregan dulces a los fieles, los 'Cantos de Santa Quiteria'.

La boda de los padres de Goya y otras curiosidades 

Ha sido San Miguel una parroquia tradicionalmente de agricultores, pero también de artistas. En su interior se sabe que descansan los restos del famoso pintor Jusepe Martínez, aunque "el rastro de su sepultura desapareció al cambiar el suelo de la iglesia", asegura Canfranc. Pero, sobre todo, fue una de las parroquias de Goya. "Los padres de Goya se casaron en San Miguel, el funeral del padre se celebró allí y, gracias a las investigaciones de José Luis Ona, sabemos que una de las casas de la familia, la última que se mantiene en pie, está en la propia plaza".

Escudo de los Médici con el que se remata el retablo de Damián Forment de la iglesia de San Miguel de los Navarros.
Escudo de los Médici con el que se remata el retablo de Damián Forment de la iglesia de San Miguel de los Navarros.
José Miguel Marco  

Pero hay mucho más. Para terminar, dos curiosidades. Una, que el retablo mayor se corona con un escudo sorprendente, el de los Medici, que ademas está representado junto a los atributos papales. ¿Por qué? Pues porque el Papa León X, miembro de esa familia noble, donó para las obras del retablo mil florines de oro, procedentes de las indulgencias de la fábrica de San Pedro de Roma. Y otra curiosidad más. En el pequeño museo de la sacristía se muestra un trozo de madera que, según la tradición, pertenece a la cruz en la que murió Cristo. 

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