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Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Cartografiando la ciencia ciudadana en España

Investigadores, políticos, docentes, periodistas, ciudadanos... compartieron ideas durante la presentación del Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España. Esta iniciativa, que da ahora sus primeros pasos y que cuenta con HERALDO como medio colaborador, se propone entender cómo este fenómeno emergente está cambiando la relación entre la ciencia y la sociedad.

Debate tras la presentación del Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, el pasado 8 de marzo en Madrid.
Debate tras la presentación del Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, el pasado 8 de marzo en Madrid.
Ibercivis

Sobre el mapa de España, la ciencia ciudadana va plantando banderas. Cada una de ellas corresponde a un proyecto de ciencia ciudadana que, detrás, tiene gente normal y corriente que participa activamente en una investigación, se presta a un experimento colectivo, observa la naturaleza y, siguiendo un método, registra lo que ve o juega a un videojuego que –aunque parezca mentira– resulta útil a la ciencia.


Ese mapa es la primera instantánea que nos llega tomada desde el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, que se presentó el 8 de marzo en Madrid. Pero es una imagen ‘movida’ porque el mapa se encuentra en permanente construcción. Por ahora han llegado hasta la Fundación Ibercivis, impulsora de esta iniciativa, más de cien casos.


A lo largo de este año, Ibercivis trabajará en la elaboración del primer estudio con el que contará España para conocer el impacto de la ciencia ciudadana en la cultura científica. Jesús Clemente, director de Ibercivis, explicó que, en el ámbito de la ciencia ciudadana, «los resultados se generan muy deprisa, por lo que es importante tener un recuento detallado y actualizado de lo que se hace». Con esta intención, el proyecto «busca identificar los actores y acciones de ciencia ciudadana –grupos de investigación, gestores económicos, voluntarios, recursos disponibles...–, cohesionarlos y darles un sentido colectivo».


El portal desde el que todo esto se visualiza está ya accesible. Sobre un mapa, se puede ver quién hace qué y dónde; un conjunto de herramientas de acceso abierto facilitará la comprensión de los distintos impactos de la ciencia ciudadana.


En el marco de este proyecto, cofinanciado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y el Ministerio de Economía, se realizarán análisis cuantitativos y cualitativos.


Marta Borque, de la empresa Kampal, indicó que están ya en marcha dos estudios: uno para analizar la colaboración entre las iniciativas de ciencia ciudadana, trazando una red que relacione investigadores, centros, etc.; el otro identificará la repercusión que la ciencia ciudadana tiene a día de hoy en la sociedad, estudiando las redes sociales. Antonio Lafuente, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC), analizará el peso de la ciencia ciudadana desde la óptica de las ciencias sociales. Destacó que «la ciencia ciudadana no la hemos inventado los posmodernos, sino que tiene hondas raíces en la historia de la ciencia». Durante la presentación, en la sede de la Fundación Cotec, se mencionaron ejemplos como los naturalistas del XIX o los aficionados a la astronomía hasta llegar a los 50.000 voluntarios que han participado en los 40 experimentos participativos coordinados por Ibercivis. Clemente señaló que «el soporte informático de internet ha hecho de vehículo para cohesionar la acción de mucha gente».


Ayer martes tuvo lugar la primera de las sesiones de chat en Twitter, dedicada a revisar los distintos impactos de ciencia ciudadana. Los días 15 de cada mes, se repetirá el encuentro, que puede seguirse con la etiqueta: #CitSciChatES.

Un debate abierto, también, a la participación
La Unión Europea tiene clara la relevancia de la ciencia ciudadana «para que la población considere la ciencia como algo suyo, algo en cuyo avance puede colaborar». Tras la presentación del Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España se abrió un vivo debate sobre la propia definición de ciencia ciudadana, que parece más conveniente no cerrar. Ramón Martí, de SEO Birdlife, reclamó un papel para las ONG como enlace con el ciudadano de a pie. Para Víctor Castello, subdirector de Ibercivis, el reto para que el Observatorio «no se quede en agua de borrajas, en una mera recopilación, es que la ciencia ciudadana se difunda hacia arriba –entre los científicos– y hacia abajo –entre los ciudadanos–». Pilar Perla, coordinadora de Tercer Milenio, insistió en «no olvidar a los actores principales: los científicos ciudadanos», hacerlos visibles desde el Observatorio y cuidar al máximo la comunicación con ellos. Daniel Lombraña, de la empresa Scifabric, considera que «el paso siguiente es sentar a los ciudadanos con los científicos a resolver problemas». Desde Fecyt, Gonzalo Remiro alertó de que «no todo vale: si un proyecto ciudadano no usa el método científico, no es generador de conocimiento científico» y valoró especialmente el hecho de que la ciencia ciudadana se dirige también a adultos, cuando abundan los proyectos para jóvenes y públicos cautivos.


Una sección en colaboración con el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España.

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