Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

Manda la creatividad a paseo y verás qué pasa

Ser creativo tiene ‘truco’: moverse, ya sea paseando o sentado en la butaca, pero siempre con libertad, sin restricciones. Es probable que ya lo supieses e incluso que lo pongas en práctica. Pero, ¿por qué funciona? La clave está en cómo este movimiento ayuda a enfocar el problema.

No es lo mismo pasear por un lugar con los límites señalizados que hacerlo con mayor libertad.
No es lo mismo pasear por un lugar con los límites señalizados que hacerlo con mayor libertad.
Pexels / Pixabay

Retomando los experimentos de andar por casa sobre creatividad, este texto ha sido escrito (mentalmente) paseando al tuntún por mi piso, luego con lápiz y papel cómodamente repantingado en la butaca de mi despacho casero, y finalmente transcrito tecleando (ya no tan cómodamente repantingado) frente al ordenador. Podría decir que he procedido así para validar el estudio que me dispongo a presentar. Pero ni siquiera eso, es mi ‘modus operandi’ habitual. Un procedimiento de (triple) escritura que mi hija –e hija también de esta era digital– no duda en calificar de patético. Yo prefiero catalogarlo de peripatético. Y es que desde la Grecia clásica –tal vez, seguramente, desde antes incluso– se sabe que pasear favorece el pensamiento y ayuda a resolver problemas. Sin embargo, aún quedaba pendiente determinar por qué.

Ahora, por fin, un curioso estudio ha indagado en la conexión entre el movimiento (que se demuestra andando) y el pensamiento creativo. Y ha comprobado que la clave no es pasear, sino hacerlo con libertad; o si se prefiere, desplazarse sin tener que ajustarse a un recorrido concreto ni respetar algún tipo de señalización. Y, del mismo modo, y más revelador todavía, que no es estrictamente necesario echarse a andar, sino que el mero hecho de poder moverse libremente –de realizar los sencillos y pequeños movimientos que te vengan en gana– mientras se está sentado también estimula la creatividad frente a la rígida posición ‘de oficinista’.

Unas conclusiones alcanzadas a través de sendos experimentos fácilmente reproducibles en la intimidad del hogar (y que, de hecho, invito a replicar). En ambos casos, y para medir o estimar la creatividad, se partió del denominado ‘test de usos alternativos’, consistente en encontrar otras posibles aplicaciones para objetos cotidianos y comunes (en el estudio, los siguientes: venda, ladrillo, silla, escritorio, sartén, bolsa de la basura, barra de labios, lápiz, periódico, zapatos, cuchara, teja, cepillo de dientes y toalla).

El primer experimento consistía en encontrar usos alternativos para uno de los objetos seleccionado al azar paseando con total libertad por una estancia amplia vs un paseo restringido, lo que implica limitarse a ir de un lado a otro por un recorrido recto con los límites señalizados (algo equiparable a no poder salirse del pasillo de casa, limitado por las paredes y los marcos a ambos extremos).

En el segundo se repetía el objetivo, ora sentado confortablemente en una silla con el respaldo contra la pared para poder mirar al frente; ora sentado de forma restrictiva, delante del escritorio sin poder mover la silla y teniendo que mantener fija la vista en la pantalla del ordenador. En ambos casos los resultados fueron mejores cuando el pensador gozaba de libertad de movimiento –mal que le pese a Rodin–.

¿Qué vincula movimiento y creatividad?

Según los responsables del estudio, para entender este vínculo entre libertad de movimiento y creatividad hay que remitirse a lo que caracteriza a esta última: el pensamiento divergente, definido como la capacidad para presentar nuevas y distintas ideas y soluciones a un problema. En contraposición con el pensamiento convergente, o la capacidad para encontrar la respuesta correcta a un problema a partir de distintas informaciones y conocimientos. Y más dependiente del raciocinio y la capacidad de concentración.

El pensamiento divergente puede entenderse como la capacidad para divagar a partir de una idea, de abrir o expandir la mente al mayor abanico de posibilidades. Mientras el pensamiento convergente consistiría en condensar, juntar o concentrar distintos conocimientos para aplicarlos a la resolución de un reto concreto. Unos procesos mentales equivalentes al movimiento libre frente al restringido.

La clave radica en que el movimiento restrictivo reduce y limita el foco atencional, entendido como la región del entorno en la que el individuo centra su atención; en tanto que en el movimiento libre es mucho mayor (unas marcas en el suelo frente a toda la estancia o la pantalla del ordenador frente a la visión de toda la sala). Aplicando términos fotográficos, la restricción de movimiento cierra el foco y la libertad del mismo lo abre. Y de alguna forma las dimensiones de este foco atencional trascienden también a la forma de pensar. Al parecer, la necesidad de focalizar la atención en una región o punto concreto condiciona otros procesos cerebrales, en este caso la generación de nuevas ideas.

Dicho lo cual y teniendo en cuenta que a la hora de escribir este texto he gozado de total libertad, debería resultar lo suficientemente creativo para concentrar la atención del lector en los reducidos límites del papel o la pantalla hasta este punto concreto y final.

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