Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

Edgar Allan Poe: al Big Bang desde la pseudociencia

Edgar Allan Poe estuvo vivamente interesado por la ciencia y a la vez en continua disputa con ella. En su última obra, ‘Eureka’, se atrevió a imaginar el inicio del Universo.

Retrato de Edgar Allan Poe conocido como daguerrotipo ‘Annie’, por Annie L. Richmond, amiga a quien Poe se lo regaló.
Retrato de Edgar Allan Poe conocido como daguerrotipo ‘Annie’, por Annie L. Richmond, amiga a quien Poe se lo regaló.

A la ciencia

¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?
¿Cómo debería él amarte? (…)

Edgar Allan Poe nació el 19 de enero de hace 211 años. Famoso por sus cuentos de terror, se dice que de alguna forma inauguró los relatos de detectives a través de su Auguste Dupin, el racional precursor de Sherlock Holmes. Y que pudo hacerlo también con la ciencia ficción antes incluso de que esta tuviera un nombre que la encuadrase. Hugo Gernsback, el creador del término casi cien años después de que se publicasen sus primeros relatos, reconocía solo tres autores del género anteriores a su definición: Julio Verne, H.G. Wells y el propio Allan Poe.

Resultaba aparentemente extraño tal interés por la ciencia en un autor de naturaleza esencialmente romántica, ese movimiento del siglo XIX que pretendía ir contra el ‘exceso racional’. Pero ahí estaba, incluido en cuentos tan famosos como el de ‘La carta robada’ o el ‘Escarabajo de oro’, en las profusas descripciones anatómicas de ‘La verdad sobre el caso del señor Valdemar’, entre tantos otros.

No resulta extraño, sin embargo, que estuviese tan interesado por la ciencia y a la vez en continua disputa con ella. Las primeras líneas de este artículo son los versos iniciales de su soneto a la ciencia, el buitre que "devora el corazón del poeta". Sentía el método científico como una limitación, de ahí que lo describiera como "una noción tan absurda [que] debió retrasar el progreso de todo conocimiento verdadero, que avanza casi invariablemente por saltos intuitivos".

Contra esos límites, la pulsión y la imaginación, la certeza de que "Kepler imaginó las leyes cósmicas con su alma" y el coqueteo recurrente en sus textos con pseudociencias tales como el mesmerismo –una teoría basada en las propiedades curativas de un supuesto magnetismo animal– o la frenología –que proclamaba poder discernir el carácter y la personalidad a través de las facciones de la cara o la forma del cráneo–.

Eureka

Contra esos límites luchó al escribir y publicar su última obra, ‘Eureka’, un poema en prosa dedicado al naturalista Alexander von Humboldt. El método científico había llevado a aceptar un universo fundamentalmente mecánico, sin espacio para la verdadera vida y la libertad, según Poe. ‘Eureka’ es la construcción en 150 páginas de un universo basado en su propia intuición, la que según él sería su obra más importante y definitiva.

Lo llamativo del texto no es su densidad ni los numerosos errores y confusiones que introduce, sino los inesperados hallazgos que anticipa y encuentra. Cuando dice que el espacio y la duración son una sola cosa intuye décadas antes algo de la relatividad de Einstein; predice además la existencia de agujeros negros y que la velocidad de la luz en el Universo no es infinita; y, sobre todo, preconiza en cierta manera el inicio del Universo en forma de Big Bang. Bajo la general y nebulosa frase: "Puesto que nada fue, todas las cosas son", Poe habla de una partícula primordial que "se irradia esféricamente a distancias inconmensurables pero aún definidas en el espacio previamente vacío, un número inexpresablemente grande pero limitado de átomos inimaginablemente pero no infinitamente diminutos".

No es un Big Bang extraído de las matemáticas, ni exacto (no contempla que el espacio se cree, sino que está previamente vacío), pero su idea antecede 80 años a la formulación que en la década de 1920 hicieron por separado los ya sí científicos Alexander Friedman y George Lamaitre. Curiosamente, parece que los dos habían sido lectores de Poe.

El cielo nocturno

Además, en ‘Eureka’, Poe atina con la solución a la por entonces paradoja de Olbers. Si el Universo es estático y eterno, el cielo nocturno no debería ser oscuro: la luz de las estrellas se habría distribuido de tal forma que impediría la oscuridad. Partiendo de sus conclusiones anteriores sobre la velocidad finita de la luz y de que el Universo se había originado desde una partícula inicial (no era eterno), la deducción no podía ser otra: "El único modo, por lo tanto, en el cual, bajo tal estado de cosas, podríamos comprender los vacíos que nuestros telescopios encuentran en innumerables direcciones, sería suponiendo la distancia del fondo invisible tan inmensa que ningún rayo procedente de allí ha podido todavía alcanzarnos en absoluto".

No predijo la expansión del espacio, como hace el Big Bang (la cual se necesita para explicar también la oscuridad de la noche), pero no iba falto de razones.

Poco después de publicar ‘Eureka’, Poe escribió una carta a su tía (y suegra) en la que decía: "Debo morir. No tengo deseos de vivir desde que acabé ‘Eureka’. No podría lograr nada más". Falleció unos meses más tarde, por causas que hoy no se conocen. Entre las posibilidades barajadas están un infarto de corazón, sífilis, meningitis, cólera o incluso el asesinato. La más probable, sin embargo, es el alcohol.

La leyenda, recogida por Julio Cortázar, dice que sus últimas palabras fueron: "Que Dios se apiade de mi pobre alma".

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