Cataluña cierra su campaña electoral

Todos los líderes de las fuerzas que concurren a las elecciones autonómicas en Cataluña se han volcado en el cierre de una discreta campaña. 

Desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijóo, pasando por los políticos locales, con Carles Puigdemont en primera línea, todos han querido protagonizar el esprint final a sabiendas de que, a la luz de las encuestas, todo estará en el aire cuando se cierren las urnas. Ni está claro un posible gobierno de izquierda encabezado por el socialista Salvador Illa ni lo está otro de corte independentista.

Los quince días de la campaña han estado condicionados por la maniobra de victimización y polarización que Pedro Sánchez activó hace dos semanas con su carta a los ciudadanos y el insólito encierro en la Moncloa. Esta estrategia congeló la actividad institucional y política, tanto en el escenario nacional como en el catalán. Después de que el presidente del Gobierno anunciase teatralmente su continuidad, poco a poco fue arrancando una campaña de baja intensidad y más centrada en las cuestiones sociales que en las identitarias. Está claro que a los ciudadanos les importa menos el ‘procés’ que la educación, el acceso a la vivienda, la lucha contra la sequía, las listas de espera médicas o la ampliación del aeropuerto de Barcelona.

Más allá del creciente pragmatismo y del ejercicio de realismo que parecen haber hecho la mayoría de los partidos en Cataluña, al apartar del centro del debate público las demandas secesionistas, las fuerzas constitucionalistas, empezando por el PSOE y el PP, tienen la obligación de rebajar la presión rupturista de un sector de la comunidad autónoma que sigue embelesado por los cantos de sirena de algún candidato. Los ciudadanos catalanes deben reanudar, por su bien y el de toda España, la senda de la estabilidad, el sosiego y la mejora de su calidad de vida.