Por
  • Andrés Montero

Irán (no) quiere esta guerra

Irán (no) quiere esta guerra
Irán (no) quiere esta guerra
Heraldo

Irán no quiere ir a la guerra con Israel, menos aún con Estados Unidos. Es decir, el tipo de guerra que se entiende cuando hablamos de guerra. Una confrontación bélica entre ejércitos convencionales incursionando en territorio de otro país que se tiene por enemigo. 

Lo que ocurre es que una cosa es esa guerra que no quiere Irán y otra la que desea y mantiene, desde hace décadas, no solo contra Israel, sino en varios escenarios mundiales en el ámbito de lo indirecto y de lo secreto.

Hasta ahora, las batallas entre Irán e Israel/Estados Unidos se han ejecutado en ‘proxies’, en territorios interpuestos, en testaferros geopolíticos caldeados artificialmente por unos y otros para convertirlos en escenarios de batalla irregular, de guerra soterrada y disimulada, por supuesto a costa de miles de vidas de personas inocentes. No es solo la guerra en Gaza, que es un ‘proxy’ de Irán. Antes fue Siria, donde Estados Unidos e Irán han combatido dramatizando rebuscadas imposturas a ojos de un mundo aturdido por una propaganda de relatos cada vez más sofisticada. Yemen es otro de los testaferros olvidados donde se desarrolla la guerra indirecta de los intereses geopolíticos. Pero Israel siempre ha sido el escenario preferente, donde Irán pone a prueba sus tácticas de guerra irregular contra el ‘gran satán’ y el ‘pequeño satán’, que así denomina, despectivamente, a Estados Unidos e Israel. Por el norte de Israel, desde Líbano y Siria, la milicia chií Hezbolá. Por el sur, en Gaza, a través de Hamás. Terrorismo e incursiones tácticas con medios aéreos, operaciones especiales y de inteligencia, y ciberataques avanzados.

La novedad, en este punto en que estamos, no es la andanada de misiles y drones ‘Shaheed’ iraníes contra territorio israelí, por muy insólita que sea y que parezca en el histórico de la guerra de testaferros entre las partes. Lo relevante ha sido lo previo, el ataque militar quirúrgico de Israel contra la residencia del embajador de Irán en Damasco del 1 de abril, que mató a varios militares iraníes, entre ellos al general de la Guardia Revolucionaria Mohammad Reza Zahedi, considerado un enlace con Hezbolá. Recordemos en este punto que, en enero de 2020, ordenado por Trump, EE. UU. ejecutó un ataque con drones sobre el aeropuerto de Irak para matar a otro general de la Guardia Revolucionaria, Qasem Soleimani, a la sazón muñidor de las operaciones secretas de inteligencia contra los ‘satanes’ grande y pequeño.

En el caso de Soleimani, para Irán una figura mucho más destacada que Reza Zahedi, los persas respondieron con un ataque aéreo muy medido contra bases militares estadounidenses en Irak. De la misma manera ha hecho ahora Teherán con Israel, avisando de que iba a producirse una represalia por la acción contra su embajada, y contactando con países vecinos para advertir del sobrevuelo de medios militares aéreos. En el caso de Israel, además, Irán ha empleado armas que a priori tenía claro que iban a ser interceptadas, casi en su totalidad, por el ‘Kipat Barzel’, la ‘cúpula de hierro’, el sistema de defensa antiaérea del Estado hebreo.

Irán está envuelto en una larga confrontación con Israel, pero al régimen de los ayatolás no le interesa que ese enfrentamiento derive en una guerra abierta

Israel sabe muy bien lo que hace cuando ataca una legación diplomática iraní en Siria. Es desplazar la batalla indirecta contra Irán hacia otro tablero del multiescenario de la guerra, uno directo que ya no tiene testaferros, porque despliega medios militares hebreos identificados como tales contra territorio soberano iraní identificado como tal. Estamos, obviamente, ante una muy estudiada y medida respuesta militar –que Irán no podía dejar de dar– ante una igualmente muy estudiada y medida agresión militar de Tel Aviv.

Por tanto, la cuestión es si los medios y las tácticas, hasta ahora indirectas en teatros interpuestos, van a escalar hacia una guerra convencional sobre escenarios nacionales de Israel e Irán ejecutados por uniformados de ambos países. Nadie parece quererlo. Estados Unidos ya no está en el momento. Irán se maneja mejor en la guerra no convencional. Entonces, ¿por qué Israel está tanteando una modificación de las reglas concertadas, aunque no escritas? La respuesta está en la pregunta. Israel está tanteando, probando si Irán se va a mantener en sus límites o no. E Irán lo ha hecho, ha actuado como cuando Soleimani, con una réplica contenida y mesurada, teatralizada.

Si EE. UU. aguantó el tipo pagando el precio previsto de un ataque armado iraní sobre sus bases militares tras matar a Soleimani en 2020, lo que le toca a Israel ahora es lo mismo, aguantar el tipo. Tales son las normas implícitas que los propios actores llevan décadas marcando. Salvo que Israel tenga intención de cambiarlas. No lo hizo con Bush, ni con Trump, ¿lo hará ahora con un Biden tambaleante? Es dudoso, porque Israel está quebrado internamente y enfangado en Gaza. Y a Washington no le interesa. Salvo que Israel haya sucumbido a una espiral suicida, la escalada no se producirá.

Andrés Montero ha sido presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia

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