Tenis sobre hierba
Más allá de lo inusual en cuanto a la fecha elegida y de teorías conspiranoicas sobre a quién favorece más la medida, las elecciones generales en plena temporada de tenis sobre hierba tienen su miga por otros motivos. España sigue siendo lazarilla, y no precisamente en su acepción canina y asistencial; en las últimas semanas hemos asistido a todo tipo de estrategias para esquivar la obligación de formar parte de una mesa electoral. Conozco gente que se ha ido de casa sin salir de la ciudad y que, en su calidad de autónomos sin oficina, no tienen lugar de trabajo en el que recibir la visita de los agentes policiales con la notificación.
La gente se ha aferrado a todo tipo de bulos, como el que relacionaba en grácil pareado el voto por correo con el escaqueo; la picaresca máximas llegó en Mazagón (Huelva), donde se fundó al vapor un partido político para que los miembros de su ejecutiva pudieran eludir la obligación.Estamos hechos al vino, y morimos por él, como el zagal de Tormes. Por otro lado, que se hayan registrado el doble de inscritos en el mentado voto por correo lanza un mensaje positivo: no voy a estar en mi colegio electoral el 23, pero voto a favor de mi candidatura, ya sea porque me convence o por colaborar al dique frente a ‘los otros’.
Ojo, estamos en democracia y la abstención (con la que no comulgo) también es una opción válida, aunque demonizada: la decisión de no votar, aunque horrorice a los líderes de los partidos que sistemáticamente piden el voto en la jornada de reflexión (ya no pueden hacer campaña directa) debería ser aceptada como una más. Y tomarla no tendría que deslegitimar al abstencionista como azote de las injusticias, pero eso sería en un país menos lazarillo, con menos vino.