Por
  • Carmen Herrando

Edith Stein

Edith Stein
Edith Stein
Pixabay

No llegó a catedrática porque era mujer; pero los expertos dicen que fue quien mejor entendió el pensamiento de Husserl. El fundador de la fenomenología trató la noción de empatía, pero quien realmente ahondó en su significado fue su discípula y asistenta, Edith Stein, quien desde niña quería saber si podemos tener algún conocimiento sobre lo que otros piensan, sienten o desean. 

Edmund Husserl dirigió la tesis doctoral que Edith Stein defendió en 1916: ‘Sobre el problema de la empatía’. Pero los temas de reflexión de la pensadora abarcaron mucho más: la filosofía política y jurídica, por ejemplo, que trabajó entre 1920 y 1923, y cuyo fruto fue ‘Una investigación sobre el Estado’. Ahí presenta el Estado como un colectivo de personas, con rasgos comunitarios y presidido por la soberanía; concepción muy alejada, desde luego, del Estado nacionalsocialista que pronto se implantó en Alemania y que terminaría con la vida de la filósofa, pues Edith Stein nació en una familia judía y padeció las persecuciones del nazismo.

Colaboradora de Edmund Husserl, la filósofa judía Edith Stein reflexionó sobre la
empatía y sobre los fundamentos del Estado

Del tiempo en que escribe sobre el Estado data su conversión al cristianismo católico, alentada por la lectura del ‘Libro de la vida’ de santa Teresa de Ávila, que le impresionó sobremanera cuando lo leyó casi de un tirón en casa de su amiga Hedwig Conrad-Matius. A su bautismo, celebrado el 1 de enero de 1922, y considerado por ella "la mayor decisión de mi vida", habría de seguir, once años después, el ingreso en el Carmelo. Entretanto, daba clases de literatura en el colegio de Santa Magdalena de Espira, regentado por religiosas dominicas. Pero la fuerza totalitaria se iba desplegando poco a poco en Alemania; la propia Edith Stein previó en 1930 la persecución de los judíos y la posterior persecución de la Iglesia; fue al presenciar la entrada de las tropas alemanas en Espira para relevar a la Gendarmería francesa, presente allí por las medidas de reparación impuestas tras la Primera Guerra Mundial.

En 1932, Stein fue invitada a enseñar en el Instituto Alemán de Pedagogía Científica, pero pronto se le instó a renunciar al curso que le habían encargado para el semestre de primavera-verano, porque crecía la hostilidad hacia las personas de origen hebreo y se decretaban sin tregua leyes que les excluían, por ejemplo, del funcionariado. Aunque Edith Stein no era funcionaria, el mensaje estaba claro. Así le llegó el momento de cumplir un sueño: ingresar en el Carmelo. No se trató de una búsqueda de refugio ni de ningún otro tipo de huida, sino del fruto de una larga evolución espiritual. Llevaba un ritmo de vida similar a la vida monástica, dedicada al estudio y a la oración, y en ella permanecía incólume la marca que había dejado la lectura de Teresa de Jesús. Ingresó en el Carmelo de Colonia en otoño de 1933. Iniciaba el noviciado en primavera del 34; el nombre que adoptó en religión fue Teresa Benedicta de la Cruz.

Convertida al catolicismo, ingresó
en un monasterio del que la sacaron los nazis para asesinarla en Auschwitz

El peligro nazi resultaba cada vez más inquietante. La ‘noche de los cristales rotos’, del 9 al 10 de noviembre de 1938, alarmó a las hermanas de su comunidad, y plantearon su traslado a otro lugar para que estuviera más segura; así llegó Edith Stein al Carmelo de Echt, en Holanda, el último día de 1938. Hasta Echt llegaría más tarde su hermana Rose, convertida al catolicismo, que ejerció de portera del convento. Pero Holanda fue invadida por los nazis en 1940, y sucedió lo mismo que en Alemania. Tras muchos registros y no pocas penalidades administrativas, los nazis fueron a buscar a las hermanas Stein al Carmelo para llevarlas a Auschwitz. Pasaron tres días en el campo de concentración de Westerbork, lugar de paso para judíos holandeses y belgas. Edith y Rose murieron gaseadas el 9 de agosto de 1942, el mismo día en que llegaron a Auschwitz.

Edith Stein fue canonizada en 1998. Vivió en plenitud una vocación de ofrecimiento intercesor por su pueblo y por las víctimas de todos los totalitarismos. Su propósito de "estar ante Dios por todos" resume bien su entrega. Como filósofa, defendía la noción de ‘Geist’ (espíritu), que remite a la apertura y a la profundidad, de las que hoy andamos tan ayunos.

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