Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

Guerra desigual contra el cáncer

Sesión de fisioterapia con una niña.
Guerra desigual contra el cáncer
Tino Gil

Hace unas semanas se cumplió medio siglo desde que Nixon firmó una ley nacional que iniciaba la ‘Guerra contra el Cáncer’. 

Su objetivo era acabar con esta enfermedad en 1976, tan solo 5 años más tarde, coincidiendo con el bicentenario de la fundación de Estados Unidos. Presionado por la sociedad civil, e inspirado por el éxito de las misiones Apolo, consiguió el compromiso político y el dinero para hacer un plan integral de investigación del cáncer.

El "pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad" fue posible porque la ciencia necesaria para llegar a la luna se conocía completamente o, al menos, en gran parte. No se trataba solo de poner mucho dinero, esfuerzo y talento a trabajar. En 1971, con el conocimiento de la biología del cáncer disponible, pretender curarlo era como si Kennedy hubiese lanzado las misiones espaciales sin estar descritas las leyes de Newton. Nadie, esperaba que fueran nuestros propios genes los que, al dañarse, transformaran nuestras propias células en tumorales. Hoy podemos decir que el cáncer son más de cuatrocientas enfermedades distintas. Se deben, por tanto, encontrar y desarrollar tratamientos específicos para cada subtipo, es decir, ‘subir a la luna’ más de cuatrocientas veces.

Entramos en una nueva era de medicina de precisión que permitirá
seleccionar un tratamiento más específico y eficaz para cada
paciente en función de las alteraciones que presente

Hemos avanzado mucho. Así, la letalidad del cáncer ha disminuido un 27% y lo mejor está por venir. Por fin hemos generado un sólido edificio de conocimiento que está revolucionando nuestra manera de entender los cánceres. Desde hace unos pocos años percibimos en los laboratorios que por fin podemos ganar cada vez más batallas. Vivimos un punto de inflexión, estamos inmersos en la década ‘D(ecisiva)’ de la Guerra contra el Cáncer.

Han mejorado las técnicas quirúrgicas, los tratamientos clásicos y se ha aprendido a diseñar fármacos específicos que van dirigidos a paliar el efecto de muchas mutaciones de las células tumorales. Hoy, un tercio de los pacientes oncológicos reciben algún tipo de inmunoterapia. Emplear nuestro sistema inmunitario, nuestras defensas, para atacar a un tumor era impensable hace veinticinco años.

Los cánceres son, en esencia, enfermedades de nuestros genes que al estropearse alteran la capacidad de dividirse, desplazarse, adaptarse y sobrevivir de unas células secesionistas. Leer todos los genes de un ser humano, descifrar su genoma, se consiguió en 2001 tras quince años de trabajo y miles de millones de inversión. Hoy, se puede leer un genoma en unas horas por menos de mil euros. Y las técnicas de secuenciación del ADN son tan eficaces y sensibles que permiten analizar las células de un tumor de una en una. Incluso se puede detectar ADN de un tumor en una muestra de sangre ayudándonos en su diagnóstico y seguimiento de forma no invasiva. Lo llamamos biopsia líquida y, en algunos casos, ya es más sensible que una mamografía o una colonoscopia.

Este tsunami de datos de naufragios genómicos está propiciando encontrar pistas sobre el origen de algunos cánceres y entender por qué dos tumores que parecen tan iguales al microscopio responden de manera tan distinta a la misma terapia. Entramos en una nueva era de medicina de precisión que permitirá seleccionar un tratamiento más específico y eficaz para cada paciente en función de las alteraciones que presente. Y no solo hablamos de mutaciones en genes, podemos mirar de forma masiva muchos parámetros moleculares. La aplicación de la inteligencia artificial, todavía en pañales, permitirá llevar la medicina de precisión y el diagnóstico a una nueva dimensión.

Sabremos más de las causas del cáncer y deberemos ser más partícipes, más corresponsables, de nuestra propia salud. Pero hay aspectos de esta guerra a los que debemos prestar más atención. Carlos López Otín nos recuerda a menudo que "el cáncer a todos nos afecta y a todos nos iguala". Biológicamente. Porque el cáncer es igual para todos, pero no todos somos iguales contra el cáncer. El código postal todavía determina el acceso a un programa de cribado, recibir atención psicológica o estar más expuesto al humo del tabaco. El cáncer también provoca pobreza y desigualdad. Esta batalla no debemos perderla.

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