A Roberto Toledo, de 55 años, lo acribillaron a balazos en la cochera de su oficina el pasado 31 de enero. Apenas una semana antes había sido asesinada a tiros Lourdes Maldonado cuando llegaba en coche a su vivienda. Solo unos días atrás, ella misma dijo: «A Margarito lo cazaron en su casa». Se refería a Margarito Martínez, a quien le dispararon a muerte el 17 de enero pasado en la puerta de su domicilio.

También fue apuñalado hasta morir José Luis Gamboa el pasado 10 de enero.

A Roberto, Lourdes, Margarita y José Luis les unía su profesión: los cuatro eran periodistas en el país más letal del mundo para la prensa, México. Habitualmente hay que aplicarse la vieja máxima de que el periodista no es noticia… salvo que sea asesinado uno a la semana, como es el caso que nos ocupa. Entonces son exigibles medidas urgentes para frenar esta escalada de violencia que no ha sido sino la crónica de una cacería anunciada en todos ellos. Porque todos habían denunciado las amenazas que habían sufrido por ejercer la libertad de prensa, sin conseguir por ello el amparo necesario para evitar ser "cazados"» de esta forma.

La propia Maldonado, que fue asesinada precisamente el 24 de enero, San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, había pedido en 2019 en público al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ayuda y protección porque temía por su vida. Nada hizo nadie por evitar que la amenaza se cumpliera justo después de ganar un caso judicial a un exgobernador.

Desde 1992 y hasta lo que llevamos de 2022 han sido asesinados 142 informadores en México, cuatro en lo que llevamos de este año. Habrá que frenar esta sangría.