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Patricia Almarcegui: "Viaje, vida y escritura son, al fin y al cabo, casi lo mismo"

La escritora, viajera y experta en el islam presentó su libro ‘Cuadernos perdidos de Japón’ (Candaya), basados en dos estancias de 2009 y 2018

Patricia Almarcegui publica sus diarios de Japón.
Patricia Almarcegui presentó su libro, con David Almazán, en el Museo de Zaragoza.
Guillermo Mestre.

Patricia Almarcegui (Zaragoza, 1969) fue bailarina y ahora es escritora, viajera, profesora de Literatura Comparada y especialista en el Islam. El pasado miércoles 2. con David Almazán, presentaba en el Museo de Zaragoza su libro 'Cuadernos perdidos de Japón' (Candaya).

¿Qué le llevó a Japón, qué quería verificar o descubrir?

Quería recorrer una cultura y civilización ajenas para mí, Extremo Oriente, percibirla y ‘experimentarla’ a través del viaje para luego, quizás, ponerla por escrito. Los libros que leí además antes de ir (narrativa, poesía, ensayo, religión e historia) aún me generaban más expectación.

¿Cómo eran esos cuadernos en los que escribía? ¿Qué anotaba?

El libro lo he escrito con cuatro diarios de viaje que redacté sobre el país en mis viajes de 2009 y 2018, unas 400 páginas, además de reflexiones, citas y otros textos. Anotaba en ellos el día a día, me acompañaban mucho, ahora me doy cuenta que tienen quizás un tono de conversación, de una amiga a quien contarle el viaje.

"¿Japón? Quería recorrer una cultura y civilización ajenas para mí, Extremo Oriente, percibirla y ‘experimentarla’ a través del viaje para luego, quizás, ponerla por escrito"

¿Qué significa viajar? ¿De qué se olvida y de qué se apropia?

Viajar ha sido para mí mirar por la ventanilla de niña, Maella, Caspe, Benasque, Loarre, escuchar a mis padres decir los nombres ‘mágicos’ de los lugares por los que pasábamos para retenerlos y aprenderlos. Luego ha sido comprobar cómo era el mundo. Devolver el tiempo real a la experiencia (que diría Roland Barthes), el famoso «yo he estado allí», que es algo así como estar viva y haber tenido la suerte de tener una experiencia con los lugares del mundo.

Fue por primera vez en 2009. ¿Qué pasó? ¿Qué le conmovió?

El tópico de que convive lo tradicional con lo absolutamente contemporáneo. La enorme sofisticación y cortesía. La elaboración cultural. El poder, por fin, salir a la calle y pasear más tranquila, sin miedo (aunque un par de veces lo tuve) a que me violentaran. Aprender a mirar de otra forma…

Volvió en 2018. El libro se escribe a partir de los cuadernos de 2009 y 2018 y de lo que recuerda. ¿Le había dejado Japón una huella tan imborrable o no sé si insondable?

Sí, lo escribo a partir de los cuadernos, pero también de la reelaboración de muchas lecturas sobre el país. A la vuelta del primer viaje, impartí dos cursos de cultura japonesa y he vuelto sobre esos apuntes para la escritura. Quería que fuera surgiendo poco a poco la voz de una viajera y un país. Y, sobre todo, quería trabajar mucho el lenguaje. Es el libro que más he trabajado.

Habla de cine, de literatura, de arte, hasta de la intimidad: hacer el amor de lado sobre el tatami; se imagina en kimono vestida de deseo… ¿También la memoria es impresionista?

Sí, sin duda, y a mí me importan las imágenes en la escritura. Se recuerda a partir de ellas y además construyen atmósferas. En el libro hay también un cuerpo de mujer que atraviesa un espacio, que lo percibe con su piel. Dicen que es un libro sensual…, no sé.

"Viaje, vida y escritura son al fin y al cabo casi lo mismo. En los cuadernos de Japón se entremezclaban la situación de mi madre con las impresiones del país"

Y, a la vez, por ahí está su madre, enferma en el hospital. ¿Por qué la ha introducido, ensayaba quizá una despedida?

Hubo un momento que dejé de tener unos cuadernos de diarios y otros para el viaje. Los diarios de viaje se convirtieron en íntimos y personales. Viaje, vida y escritura son al fin y al cabo casi lo mismo. En los cuadernos de Japón se entremezclaban la situación de mi madre con las impresiones del país.

El libro también va contra los lugares comunes. ¿Cuáles son los tópicos que no se ajustan a la realidad?

Pues que todo el mundo es sofisticado, que es el país del silencio, que no hay desigualdades sociales ni económicas, que no saben disfrutar del mundo y solo trabajan, que sus corrientes más ‘estetizadas’ las practica todo el mundo, el zen por ejemplo…

Hace un inventario de lugares para la sensualidad y el sexo. ¿Tan importante es allí el placer, y aún más la prostitución?

Forma parte de una cultura e industria del entretenimiento potentísima (además del anime, etc.). Lo que cuento sobre ello tiene que ver con la manera que me planteé hablar del tópico de la geisha, vi varias películas de Mizoguchi, espléndidas, investigué y vertí las reflexiones en el libro. Cosas que desconocía, como la ley antiprostitución promulgada bajo la ocupación norteamericana en 1956, por ejemplo.

Repite: «El amor a la naturaleza en Japón imposibilita la abstracción». ¿Qué quiere decir?

Que la aprehensión del mundo para los japoneses se basa en los sentidos y, sobre todo, en la naturaleza. Hay que transmitir esas percepciones y no sus elaboraciones intelectivas. «Sentir el mundo con la punta de los dedos» escribo en el libro.

"Eso es otra de las pérdidas del libro, la de mi madre. Su decadencia psíquica y física. Mientras yo viajo con mi cuerpo por Japón y lo percibo con todos los sentidos, mi madre está enferma"

¿Qué le han dado autores que conocemos en España: Soseki, Basho, Kawabata, Mishima…

Otra percepción y conocimiento de la literatura. La elipsis, la construcción de imágenes, la desaparición del punto de vista, otros tempo y tiempo, otra posibilidad de mirar…

Impresiona que su madre confunda a Víctor Ullate con Nureyev…

Eso es otra de las pérdidas del libro, la de mi madre. Su decadencia psíquica y física. Mientras yo viajo con mi cuerpo por Japón y lo percibo con todos los sentidos, mi madre está enferma. Ella, que me enseño a hacer yoga y me «dio el cuerpo», pierde la memoria y se va inmovilizando. Así confunde a Ullate con Nureyev y dice que fue este el que estudió con María de Ávila. Y esto es muy certero, porque los errores y deseos de la imaginación también tienen su propia verdad.

Parece que de todos sus libros, este es el más lírico...

Posiblemente, a estas alturas de la vida, las pérdidas son muchas, en cierto modo se convive con ellas y se tiene más libertad (o arrojo e inconsciencia) de traspasarlas a la escritura.

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