LITERATURA

Edgar Allan Poe: el escritor que se ahogó en el terror

Se cumplen 200 años del nacimiento del escritor que creó el relato detectivesco, anticipó la narración moderna y sigue influyendo en las jóvenes generaciones.

Uno de los mejores retratos que se conservan de Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe: el escritor que se ahogó en el terror
HERALDO

Momentos antes de expirar, el 7 de octubre de 1849 en Baltimore, aseguran que Edgar Allan Poe evocó al explorador polar Reynolds y que murmuró: "¡Que Dios se apiade de mi alma!". Luego iniciaba el camino sin retorno hacia ese más allá que él tanto había visitado en vida, él y sus personajes, como Mr. Valdemar, e iba a convertirse en uno de los escritores más admirados de todos los tiempos. En un referente, en un precursor de géneros (desde el relato de detectives al de ciencia ficción), en un adelantado a su época, y también en el primer escritor de Norteamérica. Edgar Allan Poe se erigió como uno de los autores más influyentes, uno de los más queridos y denostados a la vez, y en una fuente constante de inspiración para un sinfín de generaciones. Su mundo y su vasto campo de intereses y de estéticas conecta a la perfección con los más jóvenes. Aún hoy, cuando se celebran los 200 años de su nacimiento en Boston, Poe genera ríos de tinta: reediciones, estudios, cuadros, cómics, óperas películas y música.


Paradójicamente, se recuerda que Harold Bloom lo considera un escritor secundario, demasiado atroz tal vez, y que multitud de autores elogiaron su legado: desde Charles Baudelaire, que lo tradujo y lo presentó en Europa y forjó su mito, como haría Stéphane Mallarmé luego y Paul Valery ("Poe es el único escritor impecable que hay, nunca se equivocó", observó), hasta Maupassant, Horacio Quiroga, Franz Kafka, W. H. Auden, H. P. Lovecraft y, entre otros, Julio Cortázar. El argentino lo tradujo a principios de los 50 y su versión sigue siendo la más definitiva: el más hermoso, hondo y matizado Poe en castellano. Estos días, coinciden en las librerías nuevas ediciones: la de Edhasa (1.016 páginas); la del editor zaragozano Juan Casamayor para su sello de Páginas de Espuma (9.500 páginas); la de Augur, y dos que ya existían: la de Alianza Editorial y la de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Otro gran defensor de Poe ha sido Jorge Luis Borges, que ponderó la maestría y la ausencia de énfasis de 'El extraño caso de Mr. Valdemar', pero además es evidente su huella en sus textos: el amasijo cultural, la pasión por la filosofía, el estilo de contar, el uso del sarcasmo y la ironía. Dijo: "Poe pertenece a lo intemporal y a lo eterno".


Infeliz y sin suerte


Edgar Allan Poe fue un hombre sin suerte. Jamás supo canalizar su inmenso talento hacia una pequeña porción de felicidad. Fue víctima del desconcierto, de los excesos, de la turbulencia y de un romanticismo tenebroso que brotaba de su propio interior: él lo bautizaba como "los terrores del alma", algo que llevaba muy adentro y que emergía al exterior de una forma tan torrencial como destructiva. Era muy niño cuando sus progenitores desaparecieron: su padre se fugó de casa y su madre murió poco después. Fue adoptado por John Allan y su mujer Frances, que eran acomodados comerciantes de licores, tabaco, café y té, y probablemente de esclavos. Esos primeros años en Richmond fueron determinantes: Edgar era un joven pulcro y curioso, atraído por las fábulas del mar y de los veleros y por los relatos de los esclavos. Gran lector, poseía belleza, inteligencia y buenos modales.


La familia, poco más tarde, se trasladó a Irvine, Escocia, y a Londres, y en ese período Poe aprendió francés y lenguas clásicas, y leyó con avaricia. Los negocios no fueron demasiado bien y los Allan retornaron a Richmond. El adolescente se mostraba orgulloso y peleón, era capaz de atravesar a nado el río Jammes ante testigos que lo contasen y se enamoró perdidamente de Helen Stanard, la madre de un compañero. Además, adoraba a Lord Byron, que fue su modelo de escritor y aventurero, y a Shelley, con quien no tardaría en ser comparado.


Estudió en la Universidad de Virginia, más tarde ingresó en el ejército, donde permaneció dos años, y para entonces ya había mostrado sus perfiles oscuros: bebía más de lo prudente, jugaba hasta contraer cuantiosas deudas y plañía por carta, una y otra vez, a John Allan, al que también difamaba para justificar sus propios errores. En una de las misivas, víctima de su propia y prematura ruina, decía: "En nombre de Dios, ten piedad de mí y sálvame de la destrucción".


En su infierno interior


Allan le exigió la entrada en West Point, y Poe obedeció, pero de inmediato hizo lo posible y lo imposible para que fuese expulsado. Su carácter lo volvía insoportable cuando estaba bajo los efectos del alcohol o del láudano. Para entonces ya había publicado dos poemarios, se había probado en los periódicos y había iniciado su existencia errante que lo llevaría a vivir en Pennsylvania (Filadelfia), Nueva York, donde se radicaría poco después junto a su mujer, Virginia Clemm. Se casaron en 1835, cuando ella tenía trece años, y vivieron juntos hasta 1847: ella se murió a consecuencia de la tuberculosis. En todos estos años, vulnerable y contradictorio, Edgar Allan Poe dio abundantes muestras de su inteligencia: colaboró en diversos periódicos, en 'Messenger' conquistó prestigio con sus críticas tan lúcidas como cáusticas; en 'Broadway Journal' fue redactor jefe; publicó su novela 'Arthur Gordon Pym' y 'Cuentos de lo grotesco y arabesco', que contenía algunas de sus obras maestras como 'Ligeia', 'La caída de la casa Usher', etc., e incluso, con el consentimiento de su joven esposa, ya gravemente enferma, vivió una escandalosa pasión con la poetisa Frances Sargent Osgood.


Iba de casa en casa, de periódico en periódico, de proyecto en proyecto, pero no podía vencer el torbellino de adversidades que se le venían encima: las deudas, la locura, el alcohol, las reacciones violentas o, ya en 1847, la muerte de su joven esposa, la criatura que despertaba en él los mejores sentimientos y también el mayor dolor.


Poe sintonizó con su época. Fue un poeta de hermosas y sorprendentes imágenes, de inspiración musical, pero apostó por el relato, con el que ha conquistado la inmortalidad. Amó a algunas mujeres, se reencontró con uno de sus primeros amores, Sarah, e iba a casarse el 17 de octubre de 1849. Poco antes, enfermo, preñado de pesadillas y de fantasmas, falleció en Baltimore en extrañas circunstancias.


Muchos sueños se interrumpían entonces, incluso uno del que ya había dado cuenta en la prensa: el deseo de fundar un periódico propio, 'The Stylus'.