De aquel ‘mercado champán’ del que presumió el Real Zaragoza en verano con uno de los eslóganes más fallidos y traicioneros de la historia del club; apenas quedan unas burbujas. Aquellas expectativas -avivadas también desde diferentes sectores- se han manifestado desproporcionadas y alejadas de los conceptos futbolísticos sobre los que se ha tratado de construir y desarrollar el equipo. 

Cuando a la temporada apenas le quedan cinco jornadas de vida, el Real Zaragoza sale adelante a lomos de los de casi siempre: sus canteranos y su vieja guardia. Apenas los jugadores llegados en verano han definido la identidad del equipo. Su huella ha sido mucho menos profunda de lo esperado. El desembarco de Víctor Fernández en el banquillo hace dos meses aún ha restado más relevancia a ese grupo de futbolistas con los que se le quiso dar suntuosidad al proyecto (el cuarto límite salarial de la categoría).

Frente al Leganés, entre bajas, lesiones y, principalmente, decisiones técnicas del entrenador; se produjo una llamativa circunstancia: solo dos de las contrataciones dirigidas el pasado verano por el director deportivo Juan Carlos Cordero ejercieron de titulares en Butarque: Toni Moya y Maikel Mesa.

Entre junio, julio y agosto pasados, el Real Zaragoza gestionó diez operaciones de fichaje: Gaetan Poussin, Mouriño, Lecoeuche, Toni Moya, Maikel Mesa, Víctor Mollejo (ya había estado cedido también el año previo), Germán Valera, Sergi Enrich, Sinan Bakis y Manu Vallejo. A ellos, se les sumó, como undécima incorporación, Marc Aguado, canterano cedido en las temporadas previas en el FC Andorra y que fue repatriado e incluido ya a todos los efectos en la plantilla del primer equipo.

Aguado -hasta su lesión y relevo por Jaume Grau- fue uno de los canteranos que acompañaron a Toni Moya y Maikel Mesa en la titularidad de Leganés. Víctor optó para completar el equipo por otros jugadores con origen en la Ciudad Deportiva - Alejandro Francés, Adrián Liso e Iván Azón- y elementos de la ‘vieja guardia’ de la plantilla: Jair Amador, Fran Gámez, Lluis López o Jaume Grau (jugó, desde la suplencia, más de medio partido tras entrar en el descanso). El equipo lo culminaron dos de los fichajes invernales de Cordero: Badía y Zedadka, contratados en enero junto al tercer refuerzo, Raúl Guti, ahora lesionado.

Poco a poco, independientemente de los entrenadores, el grueso de las llegadas del mercado de enero se han ido perdiendo por el camino, especialmente, las piezas ofensivas. Sinan Bakis contó con la confianza de Víctor Fernández en sus primeros partidos, pero ya ha caído a la suplencia ante su escasa respuesta ofensiva. El germano turco -fichado como estrella- sigue aún sin estrenarse como goleador. 

Sergi Enrich y Manu Vallejo, ambos, están fuera del catálogo del entrenador: apenas han arañado algún minutos testimonial con Víctor Fernández al mando. A Germán Valera, le ha sucedido algo semejante a Bakis: comenzó siendo un fijo para el técnico zaragozano, pero se ha caído de la titularidad ante el cambio de sistema al 5-3-2, superado así en la jerarquía de atacantes por el juvenil Adrián Liso...

Lecoeuche y Mouriño sí han tenido papeles protagonistas y estables con Víctor Fernández, pero en Leganés no pudieron jugar. El lateral izquierdo francés por lesión y el defensa uruguayo por sanción: en teoría, el charrúa volverá al equipo frente al Burgos el próximo domingo.

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Del resto de fichajes veraniegos de Cordero, lo sabido: Mollejo está lesionado y fuera de órbita. Y Poussin se ganó con falta de rendimiento su actual papel de tercer portero. Puede decirse que, de los diez jugadores impulsados por la dirección deportiva en su política de contrataciones del pasado verano, apenas Maikel Mesa, Toni Moya y Mouriño son ‘titulares’ en el tramo final y decisivo de la temporada, y solo Maikel Mesa a base de goles -quizá también Mollejo hasta su lesión- han dejado prestaciones con cierta regularidad y nota alta durante tramos largos del curso. Demasiados pocos para tanto champán.