"Denuncia que vamos hacia un futuro nada apetecible"

El vallisoletano acaba de publicar ‘Khimera’, un ‘thriller’ para un mañana muy cercano, entre 2037 y 2054, del que habló en Zaragoza

César Pérez Gellida presentó su novela 'Khimera' en Zaragoza hace unos días.
César Pérez Gellida presentó su novela 'Khimera' en Zaragoza hace unos días.
guillermo mestre

A primera vista ‘Khimera’ parece ciencia ficción, lo que rompe con su trilogía negra ‘Versos, canciones y trocitos de carne’...

La ciencia ficción está rendida a la imaginación y yo parte de la realidad actual para dibujar un futuro muy cercano y creo que muy plausible. El punto de partida es una hoja excel que me hago en mi casa, con nueve aspectos, desde lo más cotidiano hasta la tecnología, que me parecían importantes. Tirando de documentación y hablando con expertos hago una proyección de todos ellos desde el año 2000 hasta el 2065, porque yo consideré que en este periodo de tiempo se iba a manejar la acción. Así es como desarrollo la trama. El centro de ‘Khimera’ es una historia de intriga, un ‘thriller’.


La trama gira alrededor de la búsqueda de una enigmática figura, el Bogatyr, ¿quién es este personaje central?

El germen del libro es una leyenda eslava que me contó un niño serbio en un parque de Madrid. En ella Koschéi es el encarnación del mal y el Bogatyr el bien, aunque la clásica lucha entre uno y otro adquiere en ella un sentido, porque el bien quiere mantener una serie de valores que son consustanciales al ser humano, como la honestidad, la constancia y la fortaleza. Toda la primera parte es una historia de espías muy tradicional, a lo John le Carré, jugando con el bien y el mal, para que Khimera cumpla sus objetivos: desorganizar el orden mundial.


El universo en el que transcurre ‘Khimera’, ¿tiene un correspondencia con el mundo actual?

Yo he partido de nuestro presente y he dibujado un futuro que tiene que ver con las consecuencias de cómo estamos llevando nuestra civilización. Lo que pasa es que hay mucho desconocimiento de todo lo que hoy en día ya somos capaces de hacer. Podemos fabricar un páncreas con una impresora cargada con células madre de un sujeto en lugar de con tinta. La invisibilidad no es algo que yo me haya inventado, ya se utiliza en tecnología militar engañando al ojo humano.


Ese futuro que dibuja a la puerta de la esquina no es nada halagüeño ni apetecible...

En principio no es nada apetecible. En la historia hay un punto de inflexión, que es una guerra de Devastación Global en la que se produce un cambio, una modificación de dos pilares básicos que ahora mismo tenemos desde nuestra óptica occidental: la democracia y el capitalismo. No se trata de una guerra nuclear, si no de una guerra cibernética que ya está teniendo lugar. Todos los

días en Estados Unidos hay más de 200 ataques cibernéticos y China y Rusia son auténticas potencias. Todas estas tensiones generan una escalada en la que el mayor problema es que no se sabe quién aprieta el botón.


Suena alarmante y a denuncia de la situación actual..

La esencia de ‘Khimera’ es una denuncia del camino en el que estamos y dónde nos puede conducir. En el tema de la ciencia, por ejemplo, su objetivo es mejorar la calidad del ser humano, pero, ¿quién va a tener acceso a esos avances? Se va a generar un abismo social entre quienes puedan prolongar su vida hasta los 150 años con cuerpos de 50 y los que no. Va a significar lo mismo que hoy tenemos pero llevado a la enésima potencia.


¿Tiene tintes orwellianos?

Hay elementos que tienen mucho que ver con Orwell, pero que no he tomado de él. Uno es el asunto de la lupa, ese ojo que todo lo ve, y que para mí son las redes sociales que alimentamos con nuestra información. ¿Quién procesa todos esos datos?


¿Cuáles son sus influencia literarias?

Soy un lector bastante dispar. Leo más por novelas que por autores, aunque tengo escritores base. Para mí Lorenzo Silva es el maestro de la novela negra y Juan Gómez-Jurado, si no tuviera ese apellido, sería uno de los mejores ‘best seller’ a nivel mundial, porque es un fenómeno. Leo producto español casi por obligación, lo último que he leído de fuera es a Jo Nesbo, un autor noruego con una novela negra muy honesta y muy bien documentada. Me gustan españoles como Esteban Navarro, Benito Olmo y Gabriel Ródenas, gente que se conoce muy poco a nivel de gran público, pero que hace un gran trabajo. En Dolores Redondo veo como un halo de esperanza. Cuando ves que ha conseguido llegar donde está ahora, te convences de que no es un imposible.


La venta de libros en caída libre, las estadísticas reflejan que cada vez leemos menos, luego está la piratería... ¿ve alguna salida?

Creo que esto requiere un diálogo y un consenso entre los tres agentes que participan en esta industria: las editoriales, los lectores y los escritores. Si no hay un acuerdo entre los tres no vamos a ser capaces de decirle al Gobierno cómo enfocar este tema. Para mí el pirateo no es una cuestión de precio, aunque las novedades a 12,95 ayudan mucho a que la gente haga clic. El enemigo no está en lo digital, es una forma de consumo de la que yo soy partícipe. Las editoriales han puesto la bandera negra en el formato digital porque se aferran al papel, pero también hay que reconocer que el modo de consumo de los lectores les da razones para actuar así. A los escritores no nos consulta nadie.


Presume de ser un escritor metódico, ¿cómo lleva las giras promocionales?

Me levanto a las cuatro o cinco de la mañana y tengo una rutina impuesta. La discontinuidad me genera ansiedad y un cabreo que no soy capaz de asimilar. Sin embargo, hablar de tu obra con gente que la ha leído o está interesado en ella es una oportunidad única después de meses de trabajo.