Antonio Valdovín: "En los tres últimos años no he pasado diez días sin rodar"

Tras su exitoso documental sobre la cebolla de Fuentes y sus nominaciones a los Premios Simón por ‘Moving Cities’, el cineasta (Zaragoza, 1978) tiene un filme y tres documentales pendientes de estreno este 2024.

Antonio Valdovín, fotografiado hace unos días en el centro de Zaragoza.
Antonio Valdovín, fotografiado hace unos días en el centro de Zaragoza.
Oliver Duch

Dice que ha visto «demasiado cine». Desarrolle...

Tuve la suerte de que mi madre era taquillera y mi tío proyectaba las películas, así que desde los 3 y 4 años recuerdo sesiones dobles y triples. La pantalla era mi niñera. A veces el dueño de la sala me decía «esta es para mayores de 18, pero bueno, pasa, ten en cuenta que en el cine todo es mentira, ¿eh?».

¿Y qué películas le impactaron cuando era pequeño?

Vi ‘Desaparecido’, una película sobre los asesinatos de Pinochet, siendo muy niño. Recuerdo también el impacto de ‘La mosca’, cuando solo era un chaval, o la fascinación de ‘La historia interminable’.

Ha rodado piezas sobre danza, costumbrismo, ciencia... ¿De dónde surge este eclecticismo temático?

Al final todo es el mismo lenguaje. Se trata de aplicar lo poco o mucho que sé a nivel cinéfilo a proyectos muy distintos. Siempre he tenido un patrón social, pero nunca he tocado un mismo tema. En los últimos tiempos me he centrado más en el documental y tengo varios que se estrenarán a lo largo del año.

Uno de ellos sobre Pedro Avellaned, tengo entendido...

Se titula ‘Hombre 900’ y está muy avanzado. Pedro es un genio de la fotografía y el ‘collage’, y Con 87 años está mejor de cabeza que yo. El documental lo he hecho junto a José Lizaga y es un ‘biopic’ que junta el aspecto creativo y el personaje. Pedro, dentro de su libertad creativa, es muy ordenado y tienen un registro de todo lo que ha hecho de los años 50 a hoy. Aparecen Luis Alegre o Luisa Gavasa, a quien hizo su primer ‘photobook’, montará Álvaro Sancho, nos abrieron las puertas del Reina Sofía para grabar algunas de sus obras...

Sintetíceme, si es posible, el resto de proyectos.

Espero poder estrenar en noviembre en el Cine Doré de Madrid (la Filmoteca) y en Zaragoza mi primer largo, ‘Murmullo cósmico’, que se ha ido fraguando a fuego lento en los últimos años. También tengo un docu con el actor Javier Arnas que investiga sobre la construcción de un personaje kafkiano. ‘El muro como dermis, la luz del mudéjar’ es una pieza sobre la labor pictórica de Pilar García Verón y también hay en preparación un documental científico y una docuficción sobre Santiago Ramos.

Un fotograma de 'Moving Cities', con la plaza de Europa como localización.
Un fotograma de 'Moving Cities', con la plaza de Europa como localización.
Heraldo

«Quien mucho abarca poco aprieta», le dirán...

No me importa. Es cierto que hago «cualquier cosa sea como sea», pero creo también que es lo importante. Hay muchas producciones supeditadas a que exista un presupuesto y me parece triste que un proyecto bonito se quede en un cajón por falta de dinero. Siempre digo: «Más pasión y menos subvención».

Entre guiones, rodaje, montaje... ¿Cómo es su ‘modus operandi’? Parece un hombre orquesta...

Desde que se fragua la idea hasta que la finalizamos me gusta estar en todas las partes del proceso. Suelo llevar un equipo mínimo, soy muy ‘dogma’, creo en el ‘menos es más’ y en la libertad creativa sin reglas. En mis producciones no hay grandes parafernalias.

Y, sin embargo, a veces hasta tiene reconocimientos...

Los Premios Simón se entregarán el 1 de junio en Teruel y estoy nominado a la mejor dirección de fotografía por ‘Moving Cities’, curiosamente, sin haber utilizado ningún elemento que no sea la cámara. El tratamiento es ‘dogma’, no hay trampa, se graba en el momento, sin iluminación, sonido...

¿Qué le seduce de la danza?

La belleza, la pausa, el fluir, la delicadeza, la expresión... Me gustaba la idea de fusionar la fuerza del cine con la danza y crear sinergias entre bailarines.

¿Usted nunca ha bailado?

He sido bailongo, pero prefiero observar y disfrutar. Con mi hija, cuando hacíamos el montaje del documental, sí imitábamos algunos movimientos de los bailarines.

Que su hija se llame Amélie, ¿es otro guiño cinematográfico?

No es casual, pero no elegimos el nombre por la película francesa sino por la aviadora Amelia Earhart y su espíritu aventurero.

Tener tantos proyectos simultáneos, ¿no es agotador?

Sí que hay cierto cansancio acumulado y creo que lo que haga a partir de ahora será a un ritmo más pausado. En los tres últimos años no han pasado más de diez días sin rodar algo y estoy un poco saturado. Me gusta mucho escribir y me encantaría rescatar esa faceta.

¿Qué cosas ha sacrificado para convertirse en ‘filmmaker’?

Horas de sueño, mucho dinero, tiempo con la familia... Se puede decir que he sido temerario y que he pagado un precio alto, económico y personal, pero a mí me ha compensado también por todo lo vivido y disfrutado.

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