Víctor Lapuente: "El político debería echar agua al fuego, no avivar las llamas"

Víctor Lapuente (Chalamera, 1976), doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y catedrático en la Universidad de Gotemburgo (Suecia), presentó en Huesca su libro ‘Decálogo del buen ciudadano’.

Víctor Lapuente, en el Centro de la Fundación Ibercaja en Huesca.
Víctor Lapuente, en el Centro de la Fundación Ibercaja en Huesca.
Verónica Lacasa

Víctor Lapuente, nacido en la localidad oscense de Chalamera, presentó en Huesca hace unos días, en un acto organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, su último libro ‘Decálogo del buen ciudadano’. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford, actualmente trabaja como catedrático en la de Gotemburgo (Suecia). 

Su última obra es ‘Decálogo del buen ciudadano’. ¿Nos puede ilustrar sobre cómo ser mejores ciudadanos?

La cita inicial del libro es de Alejandro Solzhenitsyn. Él dijo que la línea que separa el bien y el mal no pasa por los estados, las clases o los partidos sino que atraviesa el corazón de cada ser humano. Nos debemos plantear qué granito de arena aportamos a la polarización política, esa animadversión hacia el contrario que parece que nos está desgajando a las sociedades occidentales. Cada país es distinto, pero en todas las democracias vemos una creciente división.

En Estados Unidos es muy obvio entre demócratas y republicanos. En los 70, preguntaban a los padres si les importaría que su hijo se casara con alguien del partido contrario y apenas un 3% lo veía como un problema. Ahora hablamos del 40-50%. No quieren que su hijo o su hija se case con alguien de otro bando porque lo consideran enemigo. Ocurre en Estados Unidos, en Brasil y lo estamos viviendo en Argentina de manera muy intensa. También en Hungría, Polonia...

Usted vive fuera del país. ¿El clima político de España es comparable al de otros en Europa?

Desgraciadamente sí. Hemos visto activistas en Suecia quemar el Corán delante de una mezquita, y hemos visto gestos parecidos de islamofobia aquí, e incluso peores, porque venían de líderes políticos. La tarea de la política debería ser echar agua al fuego, no avivar las llamas. Son manifestaciones de la extrema derecha que se parecen más a Italia y al este de Europa.

¿Cómo analiza ese gesto del vicepresidente del Gobierno de Aragón Nolasco rompiendo un folleto del Ramadán?

Con tristeza, hace muchísimo daño, porque España, cuando miras las encuestas comparadas con Europa, es uno de los países con los valores más modernos. Hasta ahora hemos acogido relativamente bien a la inmigración, con una actitud abierta y menos racista. Por eso, esas muestras de odio son muy llamativas. Viendo esas declaraciones podríamos pensar que es un país con una islamofobia tremebunda y no es así. Hay que tener cuidado con las expresiones xenófobas, porque tienen un efecto devastador en la imagen del país y normalizan esas actitudes.

Usted ha dicho que junto al cambio climático el mundo experimenta otro calentamiento, el de la política. Milei, Putin, Trump...

Hay un gran debate entre los expertos. Unos dicen que estamos irremediablemente en una decadencia de las democracias porque tenemos un número creciente de países que son autocracias, y que desde principios de siglo ha habido una erosión de las libertades políticas y civiles en el mundo. Otros consideran que es un paréntesis y que volveremos a recuperar la tendencia de mayor expansión de la democracia. Yo veo esperanzas porque no hay un modelo alternativo.

¿La resaca de los negocios de la pandemia nos ha alertado sobre que la corrupción sigue infiltrada en nuestro sistema político?

Algunos estudios dicen que España tuvo más riesgo porque se tomó la pandemia muy en serio. Flexibilizamos más las reglas de contratación y eso llevó a un mayor descontrol. Era cuestión de tiempo que pasara. La corrupción hasta cierto punto procede de esos años de excepcionalidad, pero también hay problemas en las cúpulas de instituciones públicas. Me preocupa porque más allá del enriquecimiento ilegal de una gente hay desgaste de las instituciones y desconfianza hacia los políticos.  

¿España es un país más o menos corrupto que otros en Europa?

Es un país con muy poca corrupción en el día a día, pero sí en torno a las cúpulas. Está relativamente localizada y nos obliga a reflexionar sobre cómo se toman las decisiones. No es posible que la compra de mascarillas o la reforma de los estadios de fútbol se haga entre camarillas de amigos. Falta poner más pesos y contrapesos para evitar eso. La población española en general no es corrupta. En otros países de Europa del Este, el 30, 40 o incluso 50% cree que es normal que cuando vas al médico des un regalo o intercambies algún favor. Eso en España no se admite, somos más calvinistas que los calvinistas, pero pensamos que vivimos en una república bananera.

¿Cómo se ve fuera el conflicto independentista?

En Europa no importa mucho, la gran preocupación es la ultraderecha. Aquí deberíamos pensar qué política nacional podemos hacer cuando solo se habla de los problemas de unas comunidades autónomas. La discusión va más allá de la amnistía. La cuestión es hasta qué punto podemos gobernar España dependiendo continuamente de estas vicisitudes parlamentarias y este tipo de guirnaldas periféricas.

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